Hoy por la noche, el Partido Acción Nacional se enfrentará –dicen sesudos politólogos–, a uno de sus principales riesgos históricos. O sale de su proceso fortalecido por el seguimiento de una tradición democrática (con todas las excepciones sabidas) o se entrega en los brazos del caudillismo calderonista e involuciona hacia el autoritarismo presidencialista.

 

Si las cosas no son de esa manera ya se han encargado de propalarlas así, con toda su apocalíptica apariencia quienes se saben y se sienten aislados del favor presidencial; es decir los josefinos, por llamarles de esa genérica manera a quienes simpatizan con la candidatura de la señora Vázquez Mota quien desde el inicio ya ha impugnado el proceso. Tanto como para presentar ante la comisión electoral varios recursos de queja por las prácticas impuras del grupo “corderista” el cual le ha respondido de idéntica forma.

 

En efecto, el viernes por la tarde los josefinos se quejaron por las despensas, los acarreos y la coacción del voto, mientras horas después el propio Ernesto Cordero recorrió el mismo camino para inconformarse por iguales conductas; lo cual, sumado a la querella anterior por espectaculares en cuya amplia dimensión se hablaba de la candidata (así, sin prefijo) Vásquez Mota, da un indicio de cómo hasta en las mejores familias se desarrolla el cochinero.

 

La guerra sucia se ha presentado dentro del Partido Acción Nacional en pleno desacato del octavo mandamiento (¡válgame Dios!) con grabaciones en las cuales hasta del difunto Mouriño se hace mofa, pero con un componente de alta peligrosidad: la siembra de una percepción envenenada.

 

Como todos sabemos, la decisión de la candidatura no se resolverá mediante el dudoso procedimiento de las encuestas, como ocurrió –por ejemplo– en el Partido de la Revolución Democrática, sino mediante la votación de los militantes y los adherentes, signifique esa última categoría todo cuanto a los intereses de las partes convenga, y atenidos a un padrón dudoso, esponjoso y manipulable.

 

De tal suerte, resultó imposible conocer con plena certeza la opinión previa de esos señores y señoras englobados en las categorías antes dichas precisamente por su volatilidad. Sin embargo, encuestas (por encargo o espontaneidad) hacen ver el amplio margen favorable a la señora Vázquez Mota.

 

“No se vayan con la finta”; han dicho conspicuos “corderistas” como Mariana Gómez del Campo o Ignacio Zavala, ambos (sólo como un dato adicional) miembros de la primera familia panista de la patria. Las muestras utilizadas para medir las actitudes, orientación y preferencia de las personas consultadas no corresponden al universo cuya expresión en las urnas se va a conocer hoy.

 

Y eso es verdad, pero también es cierto el otro argumento: dentro de los encuestados hay, obviamente, panistas, adherentes y simpatizantes y entre todos forman una corriente cuya opinión no es posible desdeñar, excepto si se incurre en un acto de autoritarismo.

 

Y esta palabra quema, es sulfurosa en boca de panistas, especialmente si de ello se acusan unos a otros en conformación de aquella frase de Carlos Castillo Peraza de “el pequeño priísta que todos llevamos dentro”. Y otros –como se ha visto–, dentro y fuera.

 

El dilema del PAN, cuya historia se puede resumir en un mar de frases, algunas ingeniosas; otras no tanto, es de alguna manera ficticio.

 

La explicación más simple del momento actual se dice con facilidad: Si Cordero gana, en contra de la voz de las Casandras de la estadística, es una imposición. Si Josefina vence, de acuerdo con la lógica sembrada, es un triunfo democrático.

 

Y si se van a la segunda vuelta, entonces ambas posiciones se debilitan, lo cual hace más sencilla, a la larga, a la primera posibilidad. Dicho de otro modo, el dedazo se pondría el guante amortiguador del tiempo y el 19 de febrero se podría decidir sin la distorsión de las encuestas anteriores y con Santiago Creel dispuesto a ponerse la camiseta del ganador o la ganadora.

 

Sin embargo, detrás de este aparente apocalipsis por venir, el panismo ha dado, quizá involuntariamente, una buena lección de aprovechamiento mediático. Su proceso lo ha colocado en el centro de la atención nacional y el tiempo de radio y TV (fuera de comercio) le había costado miles de millones de pesos. A cambio le ha salido gratis y ha evitado la crítica en contra de una sola persona.

 

Así, la demora en una decisión de candidatura lo tiene en los medios desde octubre del año pasado cuando Gustavo Madero anunció los plazos y las etapas de este farragosísimo proceso, cuya complejidad parece estar hecha para desesperar a Job. Por ejemplo, el caso de la calificación. Si alguien logra 51% se queda con la candidatura, excepto si alcanza 37 pero supera por cinco puntos al rival más cercano. Si no le saca los cinco puntos de ventaja, entonces se elimina el tercero y se van a jugar juntos los otros dos hasta el 19 de febrero.

 

Mucho brinco en un suelo deliberadamente disparejo.

 

Pero todo eso tiene una razón, se necesita satisfacer en los hechos una conseja: el PAN es el único partido cuyo candidato es producto de una decisión democrática. Aquí, una vez más, se confunde lo colectivo con lo democrático.

 

Ese afán de presentar una candidatura como fruto bendito del vientre inmaculado es un recurso para la polémica, no para la limpieza de los procesos. En un proceso realmente democrático la gente no hace trampas como ahora se acusan mutuamente los precandidatos. Pero esa limpieza del proceso es una de las muchas propuestas surgidas del antipriismo.

 

Como en el tricolor se decidía el futuro por la simple voluntad del presidente en turno (lo cual es inexacto) nosotros debemos ofrecer una conducta distinta, si no por naturaleza, sí por contraste. Después los engrudos se les hacen pelotas e incurren en una selección sorpresiva y fuera de toda consulta pública siquiera, como en el caso de Isabel Miranda o en una incorporación fast track como ocurrió en tiempos idos con Manuel Clouthier o el mismo Vicente Fox (*) a quien por cierto ni la visita de la PGR le frena la lengua.

 

Pero como sea, el PAN ha forjado una leyenda. Sus procesos internos son democráticos y por ellos Felipe Calderón pudo remontar la ventaja de arranque de Santiago Creel en el 2006.

 

–¿Cómo es posible entonces este intento de imposición vertical, en un partido de tan cara prosapia democrática, lejos de la persecución innoble del poder por el poder?

 

Pues fue posible cuando conocieron y gozaron el poder.

 

Cuando se vive fuera del dinero y el mando es muy fácil ser honesto, especialmente si la honestidad consiste en señalar la mala conducta del otro. Como le dijo Felipe Calderón a Ernesto Zedillo en Davos hace varios años, la oposición es el cielo; el gobierno es el infierno. Y en el infierno están los pecadores y hasta el justo peca en el arca cuando la halla abierta, dice el refrán. Y el poder las abre todas.

 

Pero en esa misma circunstancia el PAN podrá evitar todo riesgo de fractura. Las operaciones de cicatrización son bien simples cuando se dispone del poder y el dinero. De alguna manera los tres ya han ofrecido plegarse al resultado con todo y los sombrerazos por venir.

Cordero lo dijo el 30 de enero (no sin cancelar su derecho a la queja): si no me favorecen los votos el domingo, también lo sabré reconocer y aceptar

La única mujer en la contienda dijo ayer: “(Quadratín México). La precandidata presidencial del Partido Acción Nacional, Josefina Vázquez Mota, ofreció a sus adversarios aceptar su derrota en caso de no ser electa el próximo 5 de febrero y los llamó a dejar de lado las confrontaciones”.

 

Y durante el debate, Santiago Creel ofreció la doble sumisión para cualquier ganador: Me sumo, dijo para ambos casos (así no me equivoco, debió pensar) .

 

No se van a desgajar ni se van a dividir más allá de las palabras por una sola razón: se trata de conservar el poder, no de quedarse fuera del juego. A fin de cuentas, la “brega de eternidad” (ese lema náutico, interminable y cursi) choca de frente contra la sabiduría del Tlacuache Garizurieta: “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.

 

Eso pasa cuando se tiene el poder. Todo lo demás no importa.

 

 

 

*Estos ejemplos de ciudadanos adheridos y después incorporados plenamente no proviene ni de mi percepción ni de mis archivos. Me lo dijo el viernes por la noche Josefina Vásquez Mota –al aire – como respuesta a mi señalamiento del dedazo wallaciano, en una entrevista en el programa Tiempo extra de Enrique Campos por Radio Fórmula.

 

 

2 replies on “Acción Nacional, ¿el grave riesgo?”

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