Los números son los peores enemigos de la retórica o, si se prefiere, el número representa a un tren de alta velocidad mientras que la letra al burro de tres patas. Lo sabemos pero es preferible permanecer en la ignorancia supina. Nos “conviene”. El peligro es darnos cuenta que en la retórica subyace la neodictadura. La proclividad de sentirse satisfecho por ser libre en un radio de dos metros.

 

Se nos olvidaba que los ciclos son retóricos hasta que Swatch inventó su tiempo. Es más, se nos olvidaba que el tiempo es subjetivo hasta que Steve Jobs decidió jugar con él gracias a los reducidos ciclos de vida que les programó a sus productos. Las externalidades positivas de la tecnología penetran, no en el cuerpo, pero sí en la mente humana para reducir ciclos o, inclusive, hacerlos volar. Hugo Chávez se convierte en una caricatura cuando acude a los storytelling (cuentos) del siglo pasado: Estados Unidos como promotor de su cáncer y de sus colegas de izquierda. El calendario de Chávez es un pedazo de plastilina y lo quiere aletargar para que el tiempo no pase por los filtros de la democracia. Ese calendario ya no es creíble para la mayoría de los venezolanos. En octubre de este año, Chávez intentará reciclarse como presidente pero su principal enemigo será la pirámide demográfica de su país y, por supuesto, el entorno global.

 

Si echamos un ojo al pasado nos encontraremos que el Papa Gregorio XIII, en 1582, nos demostró su perfil innovador al desechar el calendario impuesto por Julio César en el 46 a.C., pero después de 500 años seguimos siendo víctimas de los ciclos, es decir, los caprichos de ayer se convirtieron en santas costumbres durante 500 años, sin embargo, de manera sigilosa, como sucede en Venezuela con el caso Chávez, las cohortes demográficas se mueven o, si se prefiere, después del domingo ya no sigue el lunes.

 

Entre las externalidades positivas del legado de Steve Jobs se encuentra las ansias por lo nuevo; al iPad 2 le llevó nueve meses para “matar” a la primera versión. Para un diputado mexicano, nueve meses pueden ser estirados para convertirlos en tres años. No hay problema. Los relojes de la política se paran con frecuencia pero gracias a las ansias democráticas el truco de la retórica ya no se puede esconder con facilidad.

 

Para una parte importante de la población mundial, China es una región anquilosada y pobre. La realidad es otra. En 2012, el gigante asiático se convertirá en el mayor consumidor de lujo del planeta superando, claro, a Japón y, por supuesto a Europa. Más de 340 marcas exclusivas del 85% del total ya están disponibles allí, y en 2013 estarán todas. El último informe de la World Luxury Association prevé un crecimiento del 29% de las ventas de bienes de lujo hasta el año 2015 (La Vanguardia, 30 de diciembre de 2011). Los paradigmas son las joyas de los miserables.

 

El año nuevo sirve para subir el rating de la clase política. La televisión se encarga de encender la atención de los telegobernados. Los discursos se pueden empalmar y su sintaxis no cambiará. De Londres a México; de Guatemala a Karachi; de Buenos Aires a Madrid, el mensaje es el mismo: Esperanza, nuevos tiempos, felicidad, oportunidad, transformación, apertura, cambio, nación, año, reto, evolución y un largo etcétera. El orden es lo de menos. El mensaje es el mismo.

 

En las externalidades positivas se encuentra la mecha del mimetismo. Los cambios de año se han convertido en los ciclos favoritos de la moda. Es el comercio el único beneficiado de la estructura mental programa a lo largo de 365 días.

 

El verdadero cambio lo provoca la tecnología o, si se prefiere, los gadgets nos programan con excepción de los políticos.

 

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