La sorpresa tiene forma de envoltura; detrás del regalo se encuentra un futuro alegre pero, oh fortuna maldita, inmediato. Lo efímero como la aventura de soñar para siempre aunque los segundos se diluyan. La traducción de un regalo, en nuestra época, es de vida y, sobre todo, de los pocos alimentos nutritivos que quedan para que la autoestima evolucione.

 

La opresión lúdica navideña es similar a la dictadura alegre que desempeñó Steve Jobs (aunque sus productos continúen haciendo las veces del inolvidable dictador de la felicidad). Al parecer, una fuerza física actúa bajo el mando de los colores que viste Santa Claus. Mejor ejemplo mimético difícil de encontrar.

 

La empresa Deloitte asegura que, frente a la crisis, el regreso del regalo práctico es inminente.

 

Una plancha simbolizó, hacia finales del siglo pasado, un regalo irremediablemente machista. Hoy, la atmósfera le agrega un significado inmediato: la necesidad. Las cifras de Deloitte son claras: en Europa, el 75% de los consumidores se inclinarán por hacer regalos prácticos (La Vanguardia, 11 de diciembre de 2011).

 

Pero las paradojas siempre se presentan para romper tendencias. La ropa, el perfume y los productos de belleza tendrían que recalificarse como productos de primera necesidad. Antes, las fisiológicas, se encontraban como las imprescindibles necesidades a satisfacer para vivir. Sin embargo, en contra del estrés, de la subestima y del desasosiego, un perfume se puede convertir en un antidepresivo; un pase a un spa en una probadita del paraíso y una mascada Hermès en un prótesis fashion.

 

El país europeo con el mayor gasto navideño per cápita (hasta hace algunos años) fue Irlanda (943 euros -16 mil pesos-) seguido por España (668), Italia (625) y Francia (606). Los griegos son los que menos gastan (319), entre la ortodoxia y la crisis, la tendencia será hacia la baja.

 

En medio del embrollo los supermercados serán los ganones; la gente gastará lo poco en muchos productos comestibles. Nadie mejor que El Corte Inglés (tienda departamental española con la característica sectorial de ser un monopolio) para escanear los hábitos de los consumidores. En estos días regala una botella de cava (champaña) en la compra superior a los 60 euros (algo así como mil pesos mexicanos). Se sabe que la bebida burbujeante se convierte en destino único del placer ornamental (intangible) en la transición del año nuevo. Los supermercados Aldi se vuelcan en empaquetar intangibles (Navidad) con tangibles (productos comestibles) y ofrecen un menú navideño por menos de 10 euros (170 pesos) cuando el costo del menú promedio durante el año oscila entre los 12 y 16 euros. En efecto, la esperanza de gasto navideño español per cápita se estima en 179 euros.

 

En realidad, los pronósticos de gasto navideño para 2011 son tan difíciles, o más, que las quinielas de futbol. El componente de la irracionalidad forma parte de la antropología global; claro, los matices varían de país a país. En México, los grupos de amigos comienzan a imponer una cuota máxima, y no mínima como sucedía antes, para el famoso intercambio. Supongamos que entre la clase media, los doscientos pesos representan un moldeable punto de inflexión. Es decir, con esa cantidad se puede comprar un reloj decorativo en El Péndulo o una tarjeta de descargas iTunes. Sin embargo, cuando el entusiasmo es detonado por la irracionalidad, el gasto en un producto Hermès se transforma en inversión; la inversión por vivir.

 

En efecto, la palabra regalo es polisémica. Desde la razón, no pasa de un objeto descifrable. Desde la irracionalidad, un motivo de vida.

 

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