Comunidades serranas de indígenas tepehuanos, así como otras mestizas enclavadas en áreas de poca población del estado de Durango, han sido objeto de ataques por parte del narcotráfico, los cuales han provocado que algunas familias migren y decenas más duerman a la intemperie.

 

Y es que grupos del crimen organizado tienen como objetivo apropiarse de esos territorios perdidos en los mapas y a los cuales hay que invertir entre 13 y 16 horas para arribar, pues carecen de vigilancia oficial y son propicios para instalar ahí pistas de aterrizaje, bodegas y casas de seguridad.

 

El mapa que han seguido los ataques arrancó en el municipio de El Mezquital, y hace una semana llegó a pequeñas localidades del Triángulo Dorado, al tocar La Lagunita, un poblado de Tamazula, demarcación colindante con Sinaloa y Chihuahua.

 

El modus operandi ha sido idéntico en los cinco ataques que los narcotraficantes han perpetrado: comandos en la parte suroeste y noroeste de esa entidad llegan al sitio, queman vehículos, casas, animales, y en uno de los casos hasta las tiendas y escuelas.

 

La historia inició el 28 de diciembre del año pasado, cuando hasta Tierras Coloradas, 60 hombres armados llegaron a bordo de 10 camionetas, incendiaron 27 vehículos de los moradores, después le prendieron fuego a 40 casas, a dos escuelas y a la tienda de Diconsa, en la cual se abastecían de víveres.

 

Tierras Coloradas es una localidad habitada por tepehuanos, que tuvieron que esconderse al ver cómo ardían los vehículos en que se transportaban para hacer sus labores diarias, y quienes estuvieron a la intemperie por 13 días por temor a dormir en sus casas frente a posibles ataques.

 

A ellos también les incendiaron el sistema de radio para comunicarse con la autoridad municipal, y fue hasta que uno de ellos perdió el miedo y se fue caminando a Durango, capital, en lo cual invirtió más de tres días, cuando los gobiernos municipal y estatal se enteraron de lo ocurrido. Ya para entonces era 6 de enero del presente año.

 

Ahí vivían 300 tepehuanos, decenas de ellos migraron tras el ataque, y quienes al final regresaron, durmieron por semanas en el bosque, mientras les reconstruían sus hogares, y para protegerse de los delincuentes, si se les ocurría volver.

 

Los siguientes casos

La segunda comunidad asolada víctima del mismo modus operandi, no fue de indígenas sino de mestizos: Benito Juárez, perteneciente al municipio de Nuevo Ideal, que se localiza al noroeste. La mañana del 24 de febrero, llegaron presuntos narcotraficantes a bordo de al menos cinco camionetas, vaciaron sus rifles de asalto contra los animales y contra cinco viviendas, además hicieron arder tres vehículos.

 

Pobladores aseguraron que el ataque había dejado tres muertos, pero ninguna autoridad confirmó los decesos, sólo el ataque.

 

Luego de la agresión a la citada comunidad de Nuevo Ideal, zona en la cual opera el cártel de Los Zetas, el 13 de marzo, un comando atacó otra comunidad tepehuana: Carboneras, en el municipio de Pueblo Nuevo. Medio centenar de hombres quemaron 10 viviendas e incendiaron cuatro vehículos.

 

Carboneras está en la zona limítrofe de los municipios de Pueblo Nuevo y El Mezquital, cercana a la región del primero de los ataques. Ese territorio es de difícil acceso, y con nula vigilancia de la policía de cualquier nivel de gobierno, o del Ejército.

 

Y como se tratara de una estrategia, el siguiente ataque fue el 1 de abril contra de mestizos del Zapote de Buenavista, enclavada en la sierra de San Dimas, a la cual hay que llegar después de 12 horas de camino, partiendo de la capital de Durango.

 

Aunque esa no es zona de zetas, sino de Gente Nueva –grupo ligado al cártel de Sinaloa-, la forma de perpetrar sólo varió en que los hombres a bordo de cinco camionetas vestían ropa camuflada. El saldo fue de cuatro casas y siete vehículos quemados. San Dimas limita con Tamazula.

 

La ruta de atentados de este tipo llegó a La Lagunita, que es parte de la segunda demarcación controlada también por el cártel de Sinaloa, en la que hasta hace una década ocurrían la mayor parte de las ejecuciones y ahora es una de las menos violentas de los 39 municipios que conforman Durango. El quinto ataque en ese poblado que se ubica a 14 horas de la capital, tres familias se quedaron sin casa.

 

El ataque de pueblos para intimidar a sus pobladores es una modalidad del narcotráfico desarrollada en el último año, que ha provocado que cuando menos un centenar de habitantes de las distintas comunidades hayan decidido marcharse, por el miedo a ser asesinados.