Es un héroe en Asia y Australia, un simple estudiante que gana experiencia en Gran Bretaña y un completo desconocido en México, su país.

 

Abimael Cruz Migoni es parte del equipo de investigadores que encontró la toxina que hace mortal la “bomba de tiempo de Vietnam”, una enfermedad muy temida en los países que siembran y dependen del arroz, que también asesina en Australia y que llegó oculta en el organismo de soldados a Estados Unidos.

 

“Estados Unidos está preocupado porque alguien la utilice como arma biológica”, dice el ingeniero biotecnólogo del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

 

“Empezó a llamar la atención del gobierno estadunidense porque los veteranos de la guerra de Vietnam empezaron a presentar síntomas de melioidosis. No se explicaban cómo era eso posible, siendo una enfermedad localizada en países pobres de Asia, no existía en EU. La hipótesis es que adquirieron la bacteria hace años y se mantuvo escondida, la inhalaron, pues vive en el suelo y el agua”, explica.

 

Los síntomas pueden aparecer en un par de días o muchos años después. Van desde nudos debajo de la piel, hasta infecciones pulmonares fulminantes y dolores severos.

 

Lo común era detectarla entre trabajadores del arroz, cuando tienen cortadas por el trabajo que hacen, en esas heridas es fácil que la bacteria Burkholderia pseudomallei penetre.

 

“Hay un experimento muy importante, que me impactó. Pusieron la bacteria en agua pura, sin ningún nutriente, y cerraron el envase. Después de 10 años abrieron el contenedor e hicieron cultivos y creció. Tiene un mecanismo que le permite quedarse latente por muchos años sin nutrientes”.

 

Parece que revive a la menor provocación.

 

 Resuelven un misterio

 

La melioidosis, junto con el VIH y la tuberculosis es una de las tres causas de muerte por enfermedades infecciosas en el sur de Asia.

 

Es muy difícil de diagnosticar.

 

Además de heridas, puede aprovechar el polvo para meterse en los pulmones.

 

Y su composición no se parece a nada de lo que existe en este planeta.

 

Por esas y muchas causas más es un problema complejo de la medicina.

 

“La investigación de esta bacteria lleva más de 30 años en Malasia. Muchos grupos en Asia se enfocan en estudiarla. Llevan años trabajando en esto, es una materia casi obligada en los centros de investigación, siempre hay algo relacionado con esta bacteria”, dice Cruz Migoni vía telefónica desde Leeds. “Aunque hay mucha literatura científica, no se conoce muy bien cómo ataca, sus mecanismos o cómo produce la enfermedad… eso es un territorio virgen”.

 

Hasta que ellos se involucraron.

“Este proyecto es parte de una colaboración que se inició con el grupo de la universidad de Sheffield en 2005, aproximadamente. Malasia, junto con Tailandia y Singapur, donde es un grave problema esta enfermedad, empezaron a buscar colaboración con grupos alrededor del mundo. Al profesor David Rice le plantearon si quería formar parte de este proyecto. No tenían infraestructura para determinar la estructura de las proteínas. Yo me incorporo en 2006, como estudiante de doctorado”, recuerda vía telefónica desde Gran Bretaña. “Yo nunca había escuchado de la enfermedad en México”.

 

La pasión de Abimael Cruz son las proteínas. Explica que forman el cabello, la piel, están en todo el cuerpo.

 

“Empecé a estudiarlas cuando estaba en la carrera, en la UPIBI (Unidad Profesional Interdisciplinaria de Biotecnología). Terminé ingeniería biotecnológica y decidí hacer la maestría en el Cinvestav (Centro de Investigación y Estudios Avanzados). Me concentré en proteínas. Después decidí realizar mi doctorado. Quería especializarme en biología estructural y apliqué para el programa del Conacyt de becarios en el extranjero. Aquí en Inglaterra se descubrió la estructura del ADN, siempre han tenido tradición en la investigación en estructura de proteínas. Son muy fuertes en esa área, por eso decidí Inglaterra, Sheffield, cristalografía de proteínas”.

 

Revela que hicieron varios estudios bioquímicos, utilizando bastantes técnicas sofisticadas, imposible describirlas en un periódico o un libro de mil páginas. Fue una sinergía entre varias disciplinas, por iniciativa de naciones necesitadas de ayuda.

 

“A veces los científicos somos muy celosos, protegemos casi como secreto nuestras investigaciones, que no se enteren los demás. Pero la ciencia es colaboración, para poder avanzar”, reflexiona y guarda silencio unos minutos. “Imagínate, muchos grupos de investigación dejaron de trabajar, porque no es un organismo que podamos cultivar en laboratorio. Es algo muy difícil de manipular”.

 

La pregunta era, de inicio, por qué es tan efectiva la bacteria. Qué relación tiene con otras bacterias.

 

“Todavía más complicado, porque nos dimos cuenta de que muchos de sus genes son de función desconocida, es decir, los comparas y no hay similitud con nada. Son genes que no hay en otras bacterias”.

 

Dice que se puede decir que es una maquinaria especial, perfeccionada durante milenios.

 

“Cuando comenzamos a estudiar esta toxina, de entrada el gen no nos decía que era toxina. Cuando determinamos la estructura de este gen, encontramos que se parecía a un factor tóxico de una bacteria que se llama escherichia coli. La tenemos en el estómago, es benigna. Pero es maligna también, aparece en infecciones urinarias. Se parecían estructuralmente. Por eso es importante conocer las estructuras de las proteínas”.

 

Siguieron revisando bases de datos y no se parecía a nada. Dice que en realidad, lo que ligaba la de la “bomba de tiempo de Vietnam” con el escherichia coli eran unos residuos.

 

“Fue el único indicio”, recuerda. “Se inyectó en ratones, a los 14 días fallecían. Se inoculó en células del sistema inmune, también morían. Nos enfocamos después en estudios bioquímicos para enfocar en qué proteínas estaba teniendo acción”.

 

 

Es sólo el comienzo 

Descubrieron parte importante del arsenal de la bacteria.

 

“Esta toxina pudiera servir para el desarrollo de una vacuna, podría ser el inicio”, dice Cruz Migoni. “Esto es reciente, el artículo en Science se publicó el 11 de noviembre”.

 

-¿Por qué es esto tan importante?

 

-Es el segundo paper en Science de la Universidad Nacional de Malasia, en toda su historia. Están muy contentos, no tanto por el artículo, que pone la investigación que se publica a un nivel muy elevado, tiene impacto en todo el mundo de la ciencia y es de interés para la comunidad científica. Pero lo más importante es que abre una puerta para el desarrollo de algún fármaco, para entender la enfermedad, abre el panorama.

 

-¿Qué tanto ruido hizo?

 

-Estamos en toda la prensa de Asia, en Malasia, en Australia ha sido un suceso, porque también ahí, por ejemplo, afecta esta enfermedad. En Tailandia.

 

-¿Cómo beneficiará esto a México?

 

-Cada país tiene sus prioridades, pero Malasia es un ejemplo, con esta enfermedad, de colaboración científica. Llevan décadas estudiando el mal, y no se ponen una meta de dos años para tener resultados. No, lo pensaron a largo plazo. A veces con las enfermedades que tenemos en México también podríamos pensar en buscar colaboraciones, comenzar a crear una red para empezar a atacarlas.

 

-¿Vives solo?

 

-Tengo mi esposa y mi hija acá, la bebé nació acá. Mi esposa es egresada del Poli también, es ingeniera ambiental.

 

-¿Regresarás a México?

 

-Esa es la idea. Estoy revisando las convocatorias que tienen las instituciones mexicanas, pero te piden doctorado y experiencia pos doctoral, y en eso último estoy.

 

-¿Debe ser difícil sobrevivir como estudiante en Europa?

 

-La verdad es que sí, es complicado. En el norte de Inglaterra, que es donde estoy, es un poco más barato que la parte sur. Pero tampoco alcanza. Además, en estos tres últimos años los precios y todo ha subido, hospedaje y comida, se siente el impacto de la crisis, es difícil.

 

 

-¿Con este gran logro, ya eres millonario?

 

-Jajajajaja, no. Terminé apenas mi doctorado en junio de 2010 y ahora me moví a un instituto que está en Leeds, a 40 minutos de Sheffield. Está más enfocado a la investigación del cáncer. En encontrar nuevos fármacos. Ahora estoy tratando de continuar con mi preparación. Con esto me titulé.