Deporte capaz de abrir guerras y de cerrarlas. Actividad que si fuera un país podría considerarse la economía 17 del planeta. La religión con más devotos.

Con tanto poder y capacidad, ¿qué puede hacer el futbol para ayudar a las verdaderas causas prioritarias de la humanidad? En el marco del Día Internacional de la Lucha contra el SIDA, comparto una de las anécdotas más conmovedoras que tuve el privilegio de vivir cuando radiqué en Sudáfrica, sitio muy golpeado por esta enfermedad.

Soweto es un barrio de Johannesburgo aunque por sí mismo podría ser catalogado como una ciudad con sus 3 millones de habitantes. Comenzó como emplazamiento para ubicar a negros de otras regiones durante el régimen del apartheid, cuando entre muchísimas restricciones más, se les prohibía estar en el centro de Johannesburgo. Hoy, además de captar turistas con la única calle en la que han vivido dos Nobel de la Paz (en Vilakazi Street están las casas de Nelson Mandela y Desmond Tutu), Soweto tiene impactantes contrastes: lo mismo estacionan costosos coches alemanes junto a caserones, como existen chozas en la peor de las pobrezas.

En Soweto se encuentra el estadio Soccer City, donde México inaugurara el Mundial y España levantara el trofeo.

Por ese escenario, aún en construcción, pasamos y aún debemos perdernos un rato hasta encontrar el escondido colegio.

Es diciembre del 2009. Las vacaciones del verano sudafricano han comenzado y esta escuela aprovecha sus instalaciones y el tiempo libre de los niños para organizar actividades de concientización contra el SIDA: el futbol es el medio.

Todavía no nos estacionamos y por la ventana cerrada se cuela un estribillo pegajoso en zulu que cantan y bailan los niños en el campo de futbol. “Ama doza, doza doza… Ama doza doza doza… Ama doza doza doza”.

Están jugando un equivalente a “torito”, un niño al centro intenta tocar la pelota, mientras el resto la mueve, baile, ritual y carcajadas incluidas.

De inmediato los ordenan en filas y empiezan a conducir balón entre conos pero lo relevante no es la técnica de traslado, sino lo que dice cada cono: “sexo desprotegido”, “muchas parejas sexuales”: los males a ser driblados cual defensas, a ser evitados cual conos, a ser el derrotados cual verdaderos enemigos, son los mensajes.

Entonces los distribuyen en equipos dirigidos por entrenadores adolescentes. Cada entrenador ha tenido una experiencia dolorosa con el SIDA y la comparte, mientras los niños, justo cuando esperaban saber si iban de defensas o delanteros, atienden serios y con ojos llorosos. Escuchamos que uno de ellos perdió a su hermano, que otro no recuerda a su madre, que uno más ha visto morir a tan temprana edad a dos amigos. Métodos de prevención, eliminación de mitos.

Tras eso, hay abrazos, porras, gritos, y finalmente juegan futbol. Preguntamos a unos niños sobre su aprendizaje del día: “Que debemos usar condón en cada relación sexual, que no es bueno tener más de una pareja sexual, que el SIDA sí existe y puede matarte”. Indagamos edades de los niños entrevistados: 8, 9, máximo 10 años: Sudáfrica he llegado al punto de no poder esperarse a la adolescencia para orientar sexualmente a su población. El futbol puede ser una vía de comunicación efectivísima. Aquí aplican las máximas de McLuhan de “El medio es el mensaje” y “El medio es el masaje”.

En esta conmemoración del día contra el Sida, ojalá el deporte en general asuma mayores responsabilidades, más allá de trofeos, millones, glamour y declaraciones absurdas, que son rutina: muchos males son derrotables si se encuentra la forma de vencerlos. Y una opción es el pedagógico futbol.

@albertolati

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