Jesús y Germán no se conocen pero tienen algo en común, son hombres maltratados por sus parejas, “sí señorita, aunque me da vergüenza, mi mujer me pagaba”, -relata Jesús con mucha pena y en baja voz, para que la gente de alrededor no lo escuche.

 

“Terminé por envalentonarme y dejarla luego de que una noche desperté y la vi con un cuchillo en la mano, y si no jalo las cobijas me lo clava”.

 

Quería matarlo, narró Jesús, porque su mujer soñó que él la engañaba. “No era la primera vez que se ponía furiosa, pero sí la primera en que tomó un arma e intentó matarme”, cuenta.

 

Jesús duró 25 años casado, es padre de tres hijos, y los insultos que le propinaba su mujer  no los tomaba en serio ya que ella “era así, de todo se enojaba y celaba”.

 

Comenzó con humillaciones delante de familiares, luego frente a los hijos, hasta que se fue generalizando en  la calle, delante de extraños. “Yo no le decía nada, se me hacía normal; para ella, el dinero que ganaba no le alcanzaba, siempre fui un muerto de hambre, poco hombre. Llegué a trabajar por 10 años consecutivos todos los días: vacaciones, puentes, días de descanso para cobrar algo extra y dárselo. Pero no le era suficiente el sueldo que llevaba.”

 

Germán tiene una historia similar. Aunque no cuenta muchos detalles, recuerda cómo una tarde de domingo, su mujer le arrojó un vaso de cerveza delante de sus amigos en la fiesta de cumpleaños de uno de sus hijos. “Me avergonzó tanto que fue el momento en que tome la decisión de dejarla”.

 

Pero no era la primera vez que lo insultaba o lo enfrentaba:

 

“Constantemente buscaba la oportunidad de humillarme, de hacerme sentir menos. Un día, eran las fechas de fin de año, llegó hasta la fiesta de la oficina, me gritoneó frente a todos mis compañeros y tuve que salir de prisa entre jaloneos.

 

“A partir de ese momento fui el centro de risitas burlonas, la comidilla de todos… Esto provocó que hasta la fecha sostenga un pleito legal ya que no me permite ver a mis hijos, pero sí quiere que le pague todos los gastos que generan. Llegó a tal punto el pleito que me tiene denunciado por abuso sexual en contra de mis pequeños, por lo que estoy ahora siendo investigado”.

 

Estas son dos historias de muchas que se están presentando en las relaciones de pareja.

 

En México los tipos de violencia que captura la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares ENDIREH son cuatro: emocional, económica, física y sexual. (realizada en 2008) Estima que hay un incremento del 17% en casos de violencia contra varones.

 

No todas las formas de violencia intrafamiliar se traducen en denuncias la mayoría de las víctimas no denuncian las agresiones y el número oficial de las que sí lo hacen es inferior al real, ya que con frecuencia las denuncias no se registran como delitos.

 

La Ley de Asistencia y Prevención de la Violencia Familiar del Distrito Federal considera la violencia intrafamiliar como “aquel acto de poder u omisión intencional, recurrente o cíclico, dirigido a dominar, someter, controlar o agredir física, verbal, sicoemocional o sexualmente a cualquier miembro de la familia dentro o fuera del domicilio particular, que tenga parentesco o lo haya tenido por afinidad, matrimonio, concubinato o mantenga una relación de hecho y que tiene por efecto causar daño.

 

Los hombres no denuncian por vergüenza temor o culpa. La Encuesta Nacional sobre Violencia Intrafamiliar (ENVIF), encontró que el 88.4% de las personas piensan que la violencia es un asunto privado.

 

Entre los casos reportados a las autoridades hay maridos arañados, mordidos y apuñalados. Los hombres piden protección y asesoría psicológica.

 

Las armas utilizadas por las mujeres, en su orden, son uñas, escobas, cuchillos, ollas, agua  hervida y cucharas.

 

Los hombres más jóvenes e incluso los mayores también son víctima de violencia intrafamiliar en menor proporción, 30% y 6% respectivamente.

 

 

El Instituto Nacional de Geografía Estadística e Informática (INEGI) informó en 2007 (no hay cifras actualizadas) que la proporción de reportes es de 15 a 85, todavía con desventaja para las mujeres; sin embargo, en 2006 eran 10 palizas para hombres y 90 para las mujeres.

 

Mientras que el DIF nacional reportó que sólo el dos por ciento de los hombres mexicanos levanta una denuncia en contra de su mujer por maltrato.

 

A pesar de la cultura “machista”, y ser todavía muy alta la agresión hacia el género femenino, va en aumento la violencia hacia los hombres.

 

En la Cámara de Diputados, el legislador Jaime Flores Castañeda, presentó una iniciativa con proyecto de ley  general de protección frente a la violencia ejercida en contra de los varones. En ella propone, entre otras disposiciones, que los tres niveles de gobierno –federal, local y municipal—“emitirán o fomentarán la creación de las leyes correspondientes dentro de sus respectivas atribuciones, para garantizar el derecho de los varones a una protección frente a la violencia ejercida en su contra, teniendo como marco normativo la presente ley”.

 

Su objetivo es establecer procedimientos para la protección y asistencia a los varones víctimas de violencia familiar, así como la prevención y la promoción de vínculos libres de violencia.

 

La iniciativa señala que debe entenderse por violencia familiar hacia el varón “toda conducta de su cónyuge, pareja, concubina o un miembro del grupo familiar que por acción u omisión y aunque no constituya delito, afecte la dignidad e integridad física, psíquica, moral, sexual y/o la libertad de otro/a integrante del mismo”.

 

Pide instaurar la normatividad correspondiente a efecto de que se integre la violencia familiar como causal de divorcio, pérdida de la patria potestad e impedimento para la guarda y custodia de una persona menor de edad, así como para el régimen de visitas de los mismos, aún en los casos en que sean víctimas indirectas o testigos presenciales de la violencia.

 

Demanda asimismo favorecer la existencia de la bicausalidad en el divorcio, incluyendo la causal donde sólo sea necesario la petición de una de las partes, sin necesidad de motivación y acreditación de ésta, a efecto de eliminar la violencia que se genera con motivo de los juicios de divorcio, salvaguardando los derechos de las personas menores y los patrimoniales de las partes, en el caso del régimen de sociedad conyugal.