La conclusión es clara. En el momento en que la actualidad se puede leer en las hemerotecas, el país se encuentra sumergido en el pasado. Es la prueba del rezago; es la idea atrapada por el concepto.

 

Las ramificaciones que explican el fenómeno son demasiadas para describirlas en pocos caracteres: Miedo a la innovación, melancolía sexy, inmutación de lo irracional, fe en las ideologías zombis, síndrome de Estocolmo (pasión desenfrenada por la retórica), flojera mental, ceguera creativa, viagra nostálgica, entre otras.

 

Durante quince meses me sumergí en la espléndida biblioteca Lerdo de Tejada en la calle de El Salvador, en la ciudad de México, con la intención de viajar hacia el pasado a través de su hemeroteca. Fracasé. El pasado es un símbolo hipnotizador. En efecto, un 2 de octubre sí aparecería en primera página de cualquier periódico vertical en 2011. Lo inmutable es el perfume retórico de las editoriales y el levantamiento patológico de la pancarta por parte de sus directivos.

 

¿Por qué razón La Jornada nunca describió a ETA como un grupo terrorista sino independentista? ¿Por qué David Ibarra y Rosario Ibarra de Piedra escriben lo mismo desde hace 40 años en  El Universal? Describo una muestra representativa del gremio para que este espacio, al enumerar miles de nombres y apellidos, no parezca una más de las famosas cartas de los abajofirmantes.

 

La respuesta es sencilla. Porque la retórica es un veneno seductor, se desprecia a la originalidad y se encumbran a las ideas zombis. Esto sucede en todos los campos.

 

Quizá, el mejor referente para intentar explicar el fenómeno es la cultura. Jordi García, académico catalán, escribe en su libro El Intelectual melancólico (Anagrama) que “Denunciar la pobreza de la cultural actual por la vía de desacreditarla es un fraude imperdonable de estos melancólicos porque en sus manos está transformar esa percepción descorazonadora en razones para el coraje estimulante”.

 

El terreno político no es ajeno al fenómeno: ¿Por qué razón en la etiqueta del perfume marca Fidel Castro se encuentra la leyenda Nueva Fórmula? ¿Por qué Chávez entona la canción del dictador metasimpático y el coro le hace segunda?

 

En Egipto se imparten clases de democracia en la Plaza Tahrir; en Libia, Gadafi no logró untarle botox a su dictadura y en Túnez, el ahora ex presidente Ben Alí, dejó de recibir los estados de cuenta de Société Général provenientes de París. Los ciclos de vida de los políticos se reducen. Lo vimos recientemente en Grecia donde Yorgos Papandréu  adelantó su salida dos años; Berlusconi fue tumbado por los mercados y Zapatero adelantó su salida cuatro meses. La correlación puede ser azarosa pero, al final de cuentas ocurre. Del iPad al iPad 2 pasaron nueve meses. Del iPad 10 al iPad 11 pasarán dos semanas, pero La Jornada de hace 28 años es La Jornada de 2011.

 

Los tiempos no cambian, son las ideas las que se encargan de transformar el contenido cerebral.

 

Gilles Lipovetsky confía que el entorno del WiFi y su 3G inventan la cultura-mundo. Quizá. Pero las resistencias son muchas o, si se prefiere, los formatos tecnológicos no logran cambiar a los contenidos de manera súbita.

 

Jordi García escribe que “Hoy al melancólico le parece que nada nuevo vale la pena, aunque tiene la evidencia apabullante de una mesa de novedades (de libros) pobladísima de nombres ignotos (o conocidos) pero avalados por editores prestigiosos”.

 

En pocas palabras, el melancólico disfruta la ceguera porque la modernidad es un terreno al que no hay que pisar. Lo de ayer, insuperable. Lo de hoy, evitable. El pasado como objetivo de vida por lo que el mejor periódico es el museo.

 

fausto.pretelin@24-horas.mx | @faustopretelin

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