Ya por el 1959 Augusto Monterroso, en Obras Completas y Otros Cuentos, auguró que la brevedad no por corta, sino por exquisita sería un género prolífico: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”

 

Esa epifanía de lo bello que manifiesta la gracia del que escribe (Del lat. epiphanīa, y estedel gr. ἐπιφάνεια, manifestación) ha crecido con herramientas de limitados caracteres para no sólo ser breve sino fugaz, como fuegos fatuos que dada su belleza se extinguen en la invisibilidad de sus costuras, en la oscuridad de su soledad de no ser rescatados por los fanales o las ayudas:

 

“Tienden a desaparecer si se los mira de frente: son demasiado tímidos y traslúcidos. Para escribirlos basta con tomar un poquito de caos y transformarlo en un miniuniverso” dice Ana María Shua autora de cuentos breves.

 

Pero si nos remontamos a los escritores que antes usaron la brevedad para contarla, podemos no solamente deleitarnos en la lectura, sino iniciar abrigados los caminos que tomaron nuevos en sus experimentos narrativos para adelantarnos la brevedad en las puntas de lápiz. Fue Ambroise Bierce quien dispuso del formato diccionario para narrar en breve, y Borges, Monterroso y Arreola amasaron estas narraciones sin ambages en entornos sorpresivos o en desuso. Tomados del Bestiario medieval o de cualquier otro formato extra-literario, incluso los títulos para que la razón del cuento brevísimo descanse en ellos como Luisa Valenzuela en “Aquí pasan cosas raras”:

 

“El sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles por la tarde.

-Que bueno.”

 

El cuento en sí desprevisto de título: “Que bueno”, con un “que” desanimado sin acentuar para no dejar al relato nada, ni la sorpresa. Mas lo más utilizado es recurrir a personajes y entornos ya conocidos que facilitan la brevedad, como es hacer referencia “al gordo”, personaje que trae al vuelo a los mexicanos en twitter. Y es que la elipsis es una figura central para un cuentacuentos, la prioridad es extraer del relato todo lo superfluo:

 

“Aquel hombre era invisible pero nadie se percató de ello” de Grabiel Jiménez Emán.

 

Lo breve permite a la poética dar cuenta de su relato en cualquier juego de palabra en que cabe retorcer el significante de la cultura popular para dar un significado nuevo ingenioso o dialogo entre varios libros conocidos. En “La cucaracha soñadora” de Monterroso requiere no solo conocer la metamorfosis de Kafka sino a Borges:

 

Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.

 

¿De dónde toma sus fuegos fatuos cada narrador breve? de todo lo disponible incluso de la repetición o del absurdo, así Max Aub nos deja con su Habla y hablaba… :

 

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

 

 

*Gret Glez es twittera y bloguera española; su cuenta en la red social de los 140 caracteres es @marimanta y su blog rebelguinos.blogspot.com