Con casi un año de retraso, se estrena finalmente en México la adaptación fílmica al best seller de Tatiana de Rosnay, Elle s’appelait Sarah, cinta francesa sobre un periodo del holocausto que aún hoy día es una herida no del todo sanada en la historia de Francia.

 

Paris, 1942, comienza la persecución contra los judíos para arrestarlos y llevarlos al infame Vélodrome d’Hiver, un estadio donde cientos de familias fueron arrestadas, sin agua y sin baños, en espera de ser transportadas a los campos de concentración y ahí conocer su destino final. Los atroces actos fueron ejecutados por la policía francesa bajo las órdenes de los nazis que ocupaban Francia.

 

Cuando los militares tocan a su puerta, la pequeña Sara –de apenas 10 años- decide encerrar a su hermano menor en un clóset secreto dentro de su misma casa, no sin prometerle que volverá por él. La niña no tenía idea de que comenzaría una travesía inenarrable, viviendo en todo momento la angustia de regresar por su hermano y guardando celosamente la llave (aquella del título) que lo libraría de su obscura prisión.

 

A la par de esta narración –y ya en tiempo actual-, la cinta nos presenta la historia de Julia (la siempre perfecta Kristin Scott), una muy profesional reportera investigadora experta en los temas del holocausto y quien tiene como nueva tarea investigar justamente el periodo arriba descrito.

 

Ambas historias se conectan por una coincidencia que a lo lejos suena bastante improbable: el esposo de Julia está remodelando un departamento que perteneció a sus padres y que resulta ser el mismo inmueble donde Sara dejara encerrado a su pobre hermano.

 

La primera mitad de la cinta realmente atrapa (como lo hace un buen libro), logrando hacer propia la angustia de la pequeña niña y sus intentos por escapar de la policía para correr y liberar a su hermano, de quien sólo podemos adivinar su terror ante la obscuridad y el encierro absoluto.

 

En cambio, la historia de la reportera resulta en definitiva menos interesante. Julia se obsesiona no sólo profesionalmente, sino que la historia de Sara le crea cierto dilema moral cuando, al saberse embarazada, tiene dudas sobre si continuar o interrumpir su embarazo (tal y como lo desea su esposo).

 

Lo que empieza como un muy interesante relato del holocausto, en uno de sus pasajes menos conocidos (o al menos no tan conocido por quien esto escribe), se transforma en un melodrama inocuo con un retruécano moral bastante mal logrado (¿debemos suponer que la lucha de Sara por sobrevivir es la que inspira a Julia para no abortar?).

 

Usualmente las cintas sobre el holocausto suelen tener bastante éxito en nuestro país, toda vez que se recubren de ese tufo de “cine de arte” mezclado con drama evocador que gusta a muchos cinéfilos. Pero no todo lo que brilla es oro. Si esta película logra sostenerse, es por la siempre perfecta actuación de Kristin Scott Thomas; ella es la verdadera llave que rescata a esta cinta del obscuro olvido.

 

La llave de Sara (Dir. Gilles Paquet-Brenner, 2010)

2 de 5 estrellas.

Guión: Joncour y Gilles Pquet-Brenner; basado en la novela de Tatiana de Rosnay, Fotografía: Pascal Ridao, Edición: Hervé Schneid. Con: Kristin Scott Thomas, Mélisune Mayance, Niels Arestrup, entre otros.