Longevidad en el planeta de lo efímero; durabilidad en el puesto laboral más volátil y perecedero; desafío a la frase que mejor define la dirección técnica futbolera: siempre tener listas las maletas, siempre estar listo para sacar a los niños del colegio y mudarse de ciudad.

 

Sir Alex Ferguson ha cumplido 25 años al frente del Manchester United. Cuando llegó al cargo, Ronald Reagan vivía en la Casa Blanca y Margaret Thatcher en el número 10 de Downing Street. Hugo Sánchez estaba por explotar goleadoramente en el Madrid, el mundo se rendía a los pies (sobre todo el izquierdo) de Diego Armando Maradona, no habían nacido algunos de los hoy dirigidos por Ferguson como Javier Hernández. Yugoslavia era un país y no siete, la URSS unificaba a otros 15, habían dos Alemanias, Hong Kong era británico y el canal de Panamá estadunidense. Se desconfiaba de la tecnología japonesa y en China, que se supiera, no se producía más que arroz y figuras de Mao. Saddam Hussein era amigo de occidente y muchos veían a Nelson Mandela como terrorista, Mijail Gorvachov se mantenía como enigma y Lech Walesa bajo arresto domiciliario.

 

Pero, más relevante para esta historia en particular, Ferguson llegó al banquillo del United, con el equipo al borde del descenso y con 12 ligas, 5 copas y 2 Ligas de Campeones menos que las que sus vitrinas presumen hoy.

 

Escocés de mal carácter al que vemos entrar a la sala de prensa del United clavando los ojos a diestra y siniestra, rostro rosado, inglés masticado que remata cada frase con la tonada entre alegre e irreverente de su tierra, sin que falte alguna palabra altisonante que no se ahorrará por haber recibido título nobiliario de parte de la reina.

 

Aquel día un periodista le pregunta, en vísperas de la final de Champions League, por asuntos de faldas de sus jugadores. Él, dueño del equipo y enemigo de lo políticamente correcto, pide que lo saquen (y, en el acto, más rojas se le ponen las mejillas). El United es su territorio: no sólo elige a los once que juegan, sino a quién se vende y a qué precio, los aumentos de sueldo, los castigos, las inversiones en promesas, la pretemporada, asuntos vinculados a mercadotecnia, logística, estímulos a los aficionados, todo un esquema que ha propiciado que comprar boletos para ver jugar al United sea posible… si lo hacemos con un par de años de antelación.

 

¿El secreto? Su capacidad de planeación, la simplicidad con que se acerca al futbol-cancha y la complejidad con que entiende el futbol-extracancha, liderazgo, sicología, instinto para detectar talentos adolescentes y sacarles máximo provecho o venderlos cuando ya no darán más.

 

Y pensar que cuando se pensó en retirar en el 2002, el candidato para suplirlo fue Sven Goran Eriksson…Y pensar que el común de sus colegas viven con el despido como opción permanente.

 

@albertolati

 

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