“El gobierno es el peor socio del empresario, porque es un gobierno chinche, aporta muy poco, exige y demanda muchísimo y todos somos socios del gobierno, lejos de impulsar el crecimiento de sus socios, el gobierno hace todo lo posible por pisotear y mandarlos para abajo”.

 

Estas son palabras del empresario Ricardo Salinas Pliego dichas ayer en un evento en la Ciudad de México según lo reportó la prensa.

 

En México no estamos acostumbrados a este tipo y nivel de críticas hacia el gobierno y menos aún en boca de uno de los empresarios más acaudalados del país, dueño de una televisora y de uno de los grupos empresariales más influyentes en las esferas del poder político.

 

Por eso llama poderosamente la atención la visibilidad pública de las críticas del presidente de Grupo Salinas. Hace poco más de una semana en una entrevista concedida a Expansión en el marco de la Cumbre de Negocios en Querétaro, Salinas Pliego lanzó más o menos las mismas duras críticas de ayer en contra del gobierno.

 

El empresario, también dueño de Iusacell, es un hábil comunicador. Sabe bien que críticas como éstas encuentra oídos receptivos entre el gran público que concuerda con sus opiniones. ¿Quién no está de acuerdo en México con que el gobierno en todos sus niveles sigue siendo ineficiente y caro? Más allá de que así lo demuestren las encuestas que publica regularmente el Foro Económico Mundial, una afirmación así es vox populi aceptado masivamente sin mayores exigencias de análisis más profundos.

 

El asunto con Salinas Pliego en declaraciones y campañas así no estriba en la verdad o falsedad de sus mensajes masivos, sino en sus motivaciones. ¿Qué mueve a Salinas a pronunciarse así? ¿Qué tan genuina es su preocupación por el nivel de eficiencia del Estado mexicano y de su gobierno que lo representa?

 

¿Acaso Salinas Pliego tiene una agenda personal y de negocios que intenta desahogar con opiniones como éstas para presionar a sus contrapartes en el gobierno?

 

Las preguntas no son excesivas porque el cúmulo de acciones en el pasado así lo exige. En el pasado reciente el empresario no ha tenido empacho en utilizar la pantalla de televisión o las tribunas públicas para hacer investigaciones ‘periodísticas’, para cuestionar o para presionar a sus contrapartes en el gobierno con el fin de obtener una ganancia particular en sus negocios.

 

Por eso ante la insistencia reciente en la crítica pública hacia el gobierno –más allá de que la compartamos o no- nos preguntamos si el empresario regiomontano se encuentra en un momento decisivo, por ejemplo, en sus negocios de telecomunicaciones –cuyas frecuencias pertenecen al Estado- y en los que hay tanto dinero y poder en juego.

 

En el fondo es un asunto de interés y credibilidad pública. Y cómo no si la historia del gran empresariado en el México del último siglo se encarnó con el poder político. Ganó el interés privado y quedaron migajas para la búsqueda genuina del bienestar colectivo.

 

Por ello el país perdió hace tiempo el aporte de una crítica objetiva y de un análisis bien fundamentado desde las mentes brillantes del sector empresarial. Lo único que escuchamos son críticas fugaces, altavoces de riñas particulares por el poder.

 

samuelgarcia2010@hotmail.com | @arena_publica 

 

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