La conferencia de prensa de este lunes no fue como otras. Esta vez, Humberto Moreira lucía incómodo, meditabundo, arrinconado por la insistencia de los reporteros en saber si dejaría, o no, su posición como dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), por el escándalo de los documentos apócrifos utilizados durante su administración en Coahuila para lograr financiamiento.
 
“¡No me voy!”, repuso en una de tantas, “no habría por qué, yo soy el que está ofendido en esto y el que está interponiendo una denuncia”.
 
Pero su expresión corporal y el ambiente en torno decían otra cosa. ¡Vaya, ni la clásica taqueada que suele compartir con los reporteros al término de sus conferencias de prensa le apeteció esta vez! Un silencio profundo se hizo tras su última respuesta y abandonó rápidamente el salón.
 
Algo importante, empero, dejaron traslucir sus palabras tras tantos cuestionamientos. Y fue, precisamente, la posibilidad de que abandonara el cargo de presidente del PRI una vez que salga el candidato tricolor a la presidencia de la República.
 
“Hay tres fechas -apuntó Moreira-, una, en 2015, que es por ley; otra tiene que ver con cuando gane nuestro candidato que quizá, bueno, yo piense en tomar un descanso; y la otra es que el candidato, cuando haya, tome la decisión de qué hacer en el Comité Ejecutivo Nacional”.
 
Sobre ese último punto -el de que eligiéndose el candidato podrían sucederse cambios en la dirigencia del PRI-, Moreira explicó: “Nuestra institucionalidad tiene que ver con que, cuando hay candidato, es (él) quien toma las decisiones”.
 
Cuando el coahuilense soltó esta parrafada, los rostros de los miembros de su equipo se demudaron…, y también a ellos se les fue el apetito. Salieron raudos de la conferencia detrás de su líder.
 
Pero ya entreabierta la puerta a su posible salida de la dirigencia nacional, la siguiente pregunta fue directa: Entonces, ¿una vez que se defina el candidato, usted pondría a consideración su permanencia en el cargo al frente del partido?
 
Moreira repuso: “Soy un presidente que ha ganado tres elecciones seguidas: Estado de México, Coahuila y Nayarit (además de las municipales de Hidalgo) y viene Michoacán. Pero a lo que me refiero es que cuando hay candidato en el partido se toman decisiones de qué es lo que hay que hacer en el Comité Nacional. Y mi posición es no aferrarme y quedarme hasta 2015; es una decisión que puede tomar el candidato”.
 
Dicho lo anterior, otra pregunta incómoda espesó el ambiente: “¿Su cargo o permanencia en el PRI están en manos de (Enrique) Peña Nieto o de Manlio Fabio Beltrones?
 
El profesor contestó:
 
“A ver, yo fui electo, al igual que mi compañera Cristina, por un periodo de cuatro años. Yo no tengo que consultar ahorita con nadie esto, y menos cuando hay una posición tan clara de que es toda una campaña orquestada”.
 
Fue entonces que Moreira se lanzó contra el aspirante panista y ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero -quien, por cierto, declaró hace unos días que el dirigente priista tenía los días contados-  al son de “quien tiene los días contados es el Chiquidrácula, pero por el puntaje de sus simpatizantes, que no pasan de 8%, por eso es el Chavo del Ocho también”.
 
El nivel de las respuestas del priista se acercaba cada vez más a los rumbos del arrabal. Pero tampoco en este renglón el Moreira actuante era el retador, irónico e insolente dirigente de los primeros días al frente del PRI; ayer, Moreira lucía más como el púgil contra las cuerdas que no halla cómo salir.
 
Así lo atestiguaban sus cercanos. Calculaban incluso el término de su horizonte en la sede nacional del PRI, si lo que Moreira dejaba ver se cumplía: “El candidato –decían- se elige en febrero”.
 
Tres-cuatro meses, quizás, para empacar, y dejar su lugar para el equipo que lleve “el candidato”.