Dejar sentir al cuerpo puede parecer una afirmación poco clara y tal vez sin mucho sentido, porque el cuerpo por naturaleza siente; sin embargo, paradójicamente no es muy común que estemos conscientes de lo que siente nuestro cuerpo, ya que por evitar el dolor hemos hecho todo lo posible por ahogar nuestras emociones, algo así como “apagarlas” para mantenernos “bajo control”, como si todo estuviera bien y nada se saliera del papel o la imagen idealizada que nos creamos mentalmente sobre lo que “debería” ser nuestra vida.

 

Esto es como poner en off eso de conectarnos con nuestro cuerpo, que es el vehículo con el que contamos para experimentar la vida. Apagando las emociones fuertes como el dolor, el miedo, la ansiedad o el enojo, entre otras que catalogamos como “negativas” ya que nos incomodan, también ponemos en off las que nos dan vida y energía, como el amor y la alegría, pues todas se mantienen en el mismo rango de intensidad o de “volumen” permitido.

 

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De esta manera no nos damos chance de sentir profundamente ni unas ni otras. Es como cerrar la llave del agua, así funciona esto, nos guste o no; si estamos abiertos a dejarnos sentir el dolor sin quedarnos ahí atorados y aprendemos a salir de él, reconociéndolo y aceptándolo como parte nuestra (lo cual es sanador y liberador), también estaremos  igual de abiertos a aquellos sentimientos que nos gustan y nos hacen sentir bien, que nuestra mente considera como “positivos”.

 

¿Te has dado cuenta de cuánto estás dispuesto a sentir? ¿Has hecho consciencia de esto o no te lo has preguntado nunca? Si consideras que estás ahogando tus emociones, escondiéndolas en la profundidad de tu ser, tampoco te estás dando la oportunidad de vivir y disfrutar la vida con intensidad, y puede que sólo estés sobreviviendo y no VIVIENDO con todo lo que trae consigo la vida, lo bueno y lo no tan bueno, pero que seguro nos tiene algunas lecciones que ofrecer y de lo cual podemos aprender mucho y evolucionar como personas más conscientes y presentes, estando más en el aquí y en el ahora, dejando atrás las imágenes ideales que el mundo nos propuso en algún momento de nuestra vida y las hicimos nuestras, sin realmente darnos cuenta lo que en nuestro interior sí somos y sí queremos para nosotros.

 

Aprende a sentir tu cuerpo, conéctate con él todas las mañanas dándote un espacio para estar ahí, habitándolo, apoyándote de la respiración consciente. Regálate esa oportunidad y vive.