La tecnología es maravillosa porque hace más fácil la vida, pero también puede ser altamente riesgosa si no hay reglas claras sobre su uso.

 

Uno de esos riesgos es la invasión de la privacidad de quienes la usan y, por lo tanto, la violación a su intimidad y al secreto de sus comunicaciones. Es decir, sin exagerar, a la pérdida de la libertad individual de las personas.

 

El asunto preocupa en serio, particularmente a algunos gobiernos europeos, dado el poder que tienen las grandes compañías de internet en el mundo -como Google o Microsoft-, que a través de sus diversos servicios de correos y de redes sociales que son utilizados por cientos de millones de personas en todo el orbe, capturan no sólo datos personales básicos sino también las comunicaciones que entablan a diario.

 

El debate alcanzó el clímax en días pasados cuando se dio a conocer públicamente un escrito presentado por los abogados de Google ante un tribunal federal estadunidense, en el que se señala que los usuarios de Gmail -el exitoso servicio de correo electrónico de Google que utilizan más de 400 millones de personas en todo el orbe- no deben esperar mantener su privacidad cuando envían o reciben correos electrónicos a una cuenta de Gmail. Claro que el asunto causó un escándalo.

 

Dice textualmente el escrito de los abogados del gigante de la tecnología que publicó el pasado lunes el sitio web Consumer Watchdog (www.consumerwatchdog.org): “Al igual que a nadie le extraña que si manda una carta a un compañero de trabajo lo abra su secretaria, los usuarios del correo no deberían sorprenderse al descubrir que son procesados durante el transcurso del envío. De hecho, nadie tiene expectativas legítimas de privacidad sobre una información que está enviando a terceros”.

 

En pocas palabras -podría concluirse de este texto- si no te importa la privacidad de lo que escribes en un correo electrónico, usa Gmail.

 

Y es que prácticamente nadie tiene claro cuál es el destino de los datos personales que se introducen a diario en estas grandes redes virtuales y qué ocurre con las comunicaciones que millones de usuarios realizan a diario a través de ellas. ¿Se leen? ¿Se guardan? ¿Se procesan? ¿Se filtran? ¿Se usan? ¿Quiénes? ¿Para qué?

 

Gobiernos de países como Francia, Gran Bretaña y Holanda ya han exigido a estas grandes empresas de tecnología modificaciones sustanciales en sus servicios que garanticen el pleno respeto a la privacidad en la identidad y en las comunicaciones de sus usuarios, así como la transparencia en el uso de la información que acumulan de sus usuarios a través de buscadores, correos, redes, etc; so pena de sanciones que se están analizando.

 

Dada la novedad de estos casos para el derecho, la masificación y globalización en el uso de estos servicios, y el poder que han concentrado estas corporaciones, llevará algo de tiempo la homologación internacional de nuevas normas para detener esta amenaza a la privacidad y a las libertades del individuo que ya es intimidante.

 

Lamentablemente, en México no es un tema que ocupe. Habría que comenzar por revisar la violación a la privacidad que se da a diario a través del correo físico o del hurto de los datos personales por parte de cientos de empresas de servicios. Lo que ocurre con la privacidad en el mundo virtual, y la violación de las libertades de los mexicanos por esa vía, es un asunto que -me temo- no está registrado en la lista de los pendientes ciudadanos.