A esta hora hace una semana, la Tierra tembló en México, entercada en turbar la tranquilidad de la noche.

 

Mi despertador sonó a las 6:00 horas. En realidad, fue el llamado al rezo del muecín de una mezquita de la ciudad marroquí de Tetuán. Ese Alá alargado en la noche oscura, cuando el sol no hacía guiños en salir, me advirtió que comenzaba un nuevo día de trabajo. Como de costumbre, tomé el teléfono y leí las últimas noticias.

 

Un temblor de más de ocho grados había sacudido a México igual que a mi ansiedad. Hablé con mi familia, con mis amigos. Hablé con todo el mundo y con nadie al mismo tiempo. Hablé para informarme, para que alguien me dijera que estaba soñando, que se trataba de la pesadilla de un íncubo que no me había dejado dormir. Pero lamentablemente no fue así.

 

No he querido escribir hasta ahora sobre el temblor. Tal vez porque sólo puedo describir aquello que el alma me dicta; y es muy doloroso.

 

Las imágenes que quedan en mi cerebro de pueblos destruidos en Chiapas y Oaxaca –qué belleza de gente y de estados- se arrogan en mi alma rota por el dolor de mis hermanos. Porque a veces, las deidades se ceban con los mismos.

 

México está atravesando relevantes problemas sociales, políticos y económicos. El modelo social se desquebraja y hay que crear uno a contrarreloj. Sólo faltaba que la Tierra temblara, sepultando a ciudadanos, vidas y sueños, destrozando casas, desgajando tuberías, quebrando ideales.

 

… Y entonces recordé el terremoto del 19 de septiembre de 1985; aquél que fue tan mortífero como letal. Y lo recordé porque lo experimenté en carne propia, en la colonia Condesa, que era donde vivía en aquel entonces.

 

Ese temblor me dio una lección de vida que hoy, después de 32 años, continúo recordando. Me di cuenta que México es mucho más grande que cualquier temblor o que todos a la vez, que México se crece ante la adversidad, que en los momentos realmente difíciles, todos los mexicanos somos uno solo; que México es mucho más solidario de lo que nosotros mismos, los mexicanos nos creemos; que México también es más fuerte, cuando está unido en el dolor, sí en ese de tener que enterrar a nuestros muertos, a nuestros queridos muertos.

 

La Tierra tembló hace una semana en nuestro México. Tal vez fue un revulsivo ante tanto marasmo social. Quizás necesitábamos algo que nos dijera que teníamos que despertar y mirar con esperanza, optimismo y unión hacia un futuro que se ve incierto en todo el planeta y, por lo tanto, también en México.

 

Después de una semana, mi sangre no deja de temblar ante el dolor de un terrible temblor que nos ha herido, pero que, de ninguna manera, nos va a matar.

 

caem