Workers o la extraña simetría.

Workers (Dir. Luis V. Gómez)

 

El primer largometraje de ficción del cineasta José Luis Valle González, es un trabajo de una sutileza notable; un cuidado ejercicio visual y anímico donde la cámara se convierte en un protagonista más creando atmósferas que inquietan, divierten, sorprenden por su belleza, su ritmo e incluso por su sentido del humor.

 

La lente a cargo de César Gutiérrez Miranda (ya relevante desde su mancuerna con el director Jorge Pérez Solano en la cinta Espiral, 2008) busca en todo momento una extraña simetría (de planos, formas, figuras) dentro de cada uno de los fotogramas que despliega en pantalla.

 

Esa extraña simetría alcanza también a sus protagónicos, cuyas historias se irán mostrando -con lujo de parsimonia- de manera paralela. Primero tenemos a Rafael (Jesús Padilla), hombre de mediana edad y veterano de guerra que durante tres décadas ha trabajado como intendente para la misma empresa (una fábrica de focos en la ciudad de Tijuana) y que se encuentra entusiasmado ante la cercanía de su jubilación. La felicidad le ha alcanzado para comprar unos zapatos, hacerse un nuevo tatuaje e incluso darse la oportunidad de -finalmente- aprender a leer y escribir.

 

Al otro lado del espectro tenemos a Lidia (Susana Salazar) quien ha trabajado prácticamente toda su vida como criada en un tremendo caserón (piscina, garaje, etc), siempre al cuidado de su ricachona patrona (Vera Talaia) así como de su mascota, una perrita llamada Princesa, auténtica reina de la casa y adoración absoluta de su dueña a grado tal que el fino animal come sólo los mejores cortes de carne, es bañada en su propio jacuzzi y es sacada a pasear todos los días en un Mercedes, aunque con la advertencia de no llevarla a lugares feos o pobres de esta “pinche ciudad tan fea”.

 

Con un ritmo pausado, pero nunca aburrido, Valle González poco a poco va cerrando la extraña simetría entre sus personajes: ambos comparten un pasado juntos, ambos sienten una terrible frustración por su presente, ninguno ha hecho otra cosa en su vida que no sea servir, fiel y eficazmente, a sus patrones; una lealtad que jamás dio mayores frutos.

 

Pero no se confundan, no estamos ante el lugar común de la denuncia social, la indignación facilona o el panfleto machacón contra el gobierno, los patrones o la falta de oportunidades. En todo caso, la historia destila un tufo de revanchismo social que si no fuera por lo cuidado de la manufactura y el humor negro que permea todo el filme, sería francamente insoportable.

 

Pocas cintas mexicanas se toman la tarea visual tan en serio cómo ésta. Cineasta y cinefotógrafo planearon -con precisión de cirujano- los encuadres, las tomas fijas, los colores y las texturas. Baste como ejemplo aquella secuencia donde la cámara se postra en un punto fijo para mostrar la actividad cotidiana en una calle de Tijuana: los comercios, algunas prostitutas, coches que pasan, gente que se cruza a la cámara, el atardecer en el cielo, el afilador que extrañamente tiene mucha chamba e incluso una broma casi al final de la toma (“Ya no te amo Juana”). Una secuencia francamente hipnótica, propia de un Wes Anderson que en un descuido sale al arrabal.

 

Algo explotará, no sabemos nunca cómo ni cuándo pero esa cámara, esos encuadres que buscan incesantes un punto de fuga, esos planos fijos nos lo dicen, el silencio nos lo grita. La eficacia de toda la puesta de imágenes es tal que por momentos no queremos estar ahí pero no podemos dejar de observar.

 

El absurdo cotidiano, las bromas crueles del destino, el paso del tiempo que inclemente remarca debilidades y aleja sueños. José Luis Valle González logra decir tanto con tan pocos recursos que Workers resulta incluso por instantes una abrumadora, pero siempre sorprendente experiencia.

 

Workers (Dir. José Luis Valle González)

4 de 5 estrellas.