Si de algo está conformado el ADN del rock es de un espíritu contestatario, de ir en contra de las reglas, del establishment, a favor de las causas sociales y de estar del lado de los más desprotegidos. Y a lo largo de la historia de dicho género musical han sido decenas de artistas los que han dado muestras de un activismo político y social que, a últimas fechas, pareciera obrar en contra de quien lo practique.

 

Personajes como Bono, Peter Gabriel, Thom Yorke, Bruce Springsteen, Bob Geldof o Matt Bellamy son algunos de los muchísimos músicos que, en un principio, fueron admirados no sólo por su talento, sino por su compromiso con diversas causas. Sin embargo, en fechas recientes han sido criticados –en particular Bono y Bellamy- por aquellos mismos fans que se han sentido traicionados y que los acusan de haberse vuelto comerciales, argumentando que su activismo es pura pose que realizan por ser políticamente correcta.

 

Dichas críticas ignoran, por completo, que todos ellos siempre han practicado el activismo, sólo que ahora se ha vuelto más público. Esto viene al caso por la presencia en la Ciudad de México de uno de los músicos más comprometidos con diversas causas, particularmente la crítica política: Roger Waters. Previo a lo que será el Desert Trip, quizá uno de los eventos más famosos de la historia por la calidad de sus participantes (Waters, McCartney, los Stones, Bob Dylan, The Who y Neil Young), el cofundador de Pink Floyd presentó su show en el Foro Sol, y fiel a su leyenda, no podía faltar el mensaje político.

 

En un país convulsionado por diversas razones (dólar, secuestros, gobierno, violencia, asesinatos y demás), escuchar el mensaje de Waters genera, cuando menos, conciencia de lo que pasa (aunque se podría decir que sus seguidores, por lo general, son personas enteradas). Y Waters no defraudó: criticó al actual gobierno mexicano, hizo mención a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y, por supuesto, se lanzó contra Donald Trump, todo en un espectáculo que quizá no se vuelva a repetir. Al menos no uno de ese impacto.

 

Sin embargo, como siempre, nunca faltan los que se quieren hacer notar, los que nada les parece y los que sólo critican por hacerse notar. Ahora, hasta a Waters le ha tocado. En Twitter decenas de usuarios comentaron que antes sí le compraban su discurso político, pero que ahora no. Obvio, sin dar razones. Y lo peor: no faltaron quienes mencionaron que al británico deberían aplicarle el artículo 33 constitucional y expulsarlo del país por ser un extranjero que se mete en los asuntos políticos del país.

 

A estas alturas, Waters puede decir lo que le venga en gana. Se lo ha ganado. Su compromiso se refleja en cada ciudad o país que visita, pues su discurso y su show lo adapta a la situación que se viva en ese momento. No por pose, sino por solidaridad, que es muy diferente. Es por eso que aplaudo que George Roger Waters tenga el valor de decir lo que muchos mexicanos piensan, pero callan.

 

Es una lástima que el rock tenga que seguir sosteniéndose en sus grandes pilares para sobrevivir (en la última década prácticamente no ha existido ningún movimiento nuevo o que valga la pena en el mundo del rock). Siguen siendo los veteranos de la escena (los mencionados al inicio de este texto) los que dan el ejemplo, y en ese sentido Waters merece un reconocimiento como lo que es: una leyenda que se preocupa porque el rock, en su más pura esencia, siga vigente.