Más joven era más cafre. Ahora maduro, más prudente. Es muy simple decirlo. El problema es cómo hacer que los conductores sean mucho más respetuosos de límites y espacios para dar la máxima seguridad a la vía, cuando todo el esfuerzo de las autoridades está dado para dar más capacidad a las vías, y por lo tanto privilegiar el factor máquina sobre el factor humano.

 

En el periódico colombiano El Tiempo, esta semana Carlos Pardo publicó su reflexión sobre la muerte de Paul Walker. Por un lado, está la paradoja de que “Paul el Peatón” muera en un auto a 200 km/h. Por otro, el que una película que rinde homenaje a la velocidad nos deje el sabor de que las calles son como la película.

 

El sitio donde murió Paul Walker es un circuito alrededor de un centro logístico. La velocidad que puedo ver en las imágenes de Google Street View es máxima 35 millas por hora (56 km/h); junto al vehículo destrozado había una placa de 45 mph, (72 km/h), más adelante una señal de 15 mph (24 km/h), para vehículos que dieran vuelta. Destruir un vehículo deportivo con una computadora capaz de corregir velocidad, trayectoria y frenado requería multiplicar por tres estos límites.

 

Describiré la vía en la que murió Walker: un circuito de 1.6 kilómetros, con 20 metros de ancho, banquetas de 2 metros o menos de cada lado, cinco carriles de unos 3.6 metros de ancho, dos por cada sentido de circulación y uno central para vueltas a la izquierda, más un pequeño carril de bicicletas a cada lado. Además de bodegas, al centro del circuito hay una iglesia. Era sábado, debía haber poca gente en la zona. La situación se antoja obvia, Paul y el conductor estaban allí para correr.

 

Más velocidad significa varias cosas: más probabilidad de accidentarse y accidentes más severos. A menos de 30 km/h la mayoría de los atropellados sobrevive, a 50 km/h son más los que mueren, a 70 km/h sólo un milagro salva vidas. Bajar velocidades también tranquiliza espacios, reduce ruido y estrés.

 

La mayoría de los países europeos ha limitado en 50 km/h la velocidad urbana, y algunas ciudades, como Estocolmo, han bajado a 30 km/h la velocidad en zonas residenciales. Menos ruido y menos accidentes. Algunos se preocupan menos por la velocidad en autopistas, como Alemania que cuenta con velocidades ilimitadas en algunas vías. De cualquier manera, es en las zonas urbanas donde se da la interacción entre personas y automóviles, así que resulta atinado fijar en 50 km/h la velocidad límite. En ciudades congestionadas este límite altera poco la velocidad promedio.

 

Ahora bien, limitar las velocidades no basta, hay que considerar el diseño de las vías. El circuito de Santa Clarita donde murió Paul Walker claramente tiene no sólo límites demasiado altos, sino también un diseño sobrado que incentiva a los conductores a subir la velocidad. En México hacemos lo mismo: queremos 40 km/h pero ponemos tres carriles por sentido.

 

A diferencia de Carlos Pardo, quien presume haber visto todas las películas de Rápido y Furioso al menos dos veces, yo no he visto un solo minuto. Tal vez sea por eso, pero la imagen de Paul Walker me inspira poco menos que nada. En el extremo opuesto del apellido, Jim Walker es fuente de motivación: es el líder de la organización internacional promotora de políticas peatonales Walk 21.

 

Walk 21 recomienda, para reducir riesgos de accidentes, disminuir velocidades en vez de segregar peatones o restringir sus movimientos; generar espacios amigables con el peatón y sancionar a los conductores infractores; reducir la velocidad en los distritos residenciales, comerciales y escolares; reducir el impacto de vías congestionadas estableciendo cruces peatonales seguros con mínimos tiempos de espera para el peatón; impulsar el uso de vehículos no motorizados, dado que esto no interfiere con la seguridad peatonal.

 

Debemos limitar velocidades y establecer criterios de tránsito calmado en los diseños viales, o atenernos a continuar en el nivel más alto de muertes en accidentes de tránsito de países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): más de 14 por cada 100 mil habitantes al año. ¿Qué política pública queremos para las calles mexicanas? ¿Seguir con una inspirada en Paul Walker o cambiar a una inspirada en Jim Walker? Creo que la respuesta es obvia.