Lo que hoy ocurre en méxico es verdaderamente terrorífico. Todo apunta a que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha perdido el control del país y no ciertamente por la acción de grupos subversivos o criminales o por las condiciones internacionales adversas, sino por una absoluta falta de capacidad y eficacia para la conducción de los asuntos públicos que cada vez es más clara y evidente, de lo cual el gasolinazo y sus consecuencias son apenas un ejemplo más de la imprevisión e improvisación que son características de esta administración.

 

 

El anuncio del pretendido Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía muestra una vez más la debilidad de este gobierno. Sus alcances son cortos, no se ve por ningún lado un alineamiento de los sectores empresarial, sindical, campesino y social con la estrategia de última hora que le tocó presentar a los secretarios de Hacienda, José Antonio Meade, y de Economía, Ildefonso Guajardo.

 

 

A este acuerdo no se le ven ni con mucha buena voluntad efectos inmediatos; estas medidas distan con mucho de ser emergentes más allá de su presentación y tampoco que sus efectos puedan sentirse en el corto plazo; además de que la comparación con los ciertamente efectivos pactos para la Estabilidad y Crecimiento Económicos instrumentados por Carlos Salinas de Gortari es inevitable y para mal.

 

 

Ésta era una crisis anunciada que bien podría haber sido administrada por el gobierno si contara con estrategas y operadores eficaces, porque a la fecha lo único que se ve es descontrol y un gobierno echado para atrás sin imaginación ni margen de maniobra. En realidad fue lamentable que con protestas, saqueos y campañas de desinformación y pánico encima a lo único que pudo recurrir la élite peñanietista fuera a echarle la culpa a la administración de Felipe Calderón de la cual el propio secretario Meade formó parte.

 

 

Es escandaloso que nadie en el gobierno previera el esperado escenario adverso tras la aplicación de un sustantivo incremento en el precio de las gasolinas, especialmente ante los tiempos electorales adelantados que hacían del gasolinazo una herramienta perfecta para generar un escenario de mayor descalificación para el presidente Peña y exacerbar a la sociedad contra el PRI y su gobierno.

 

 

Si iban a tomar una “medida dolorosa, pero responsable y necesaria”, de veras a nadie se le ocurrió en Los Pinos y en el gabinete trabajar desde el año pasado en señalar causas y responsables del incremento de las gasolinas, ¿no habría sido más efectivo acompañar desde 2016 el anuncio del incremento con un “acuerdo” o “pacto” real y efectivo? ¿Los sistemas de inteligencia no alertaron de los grupos interesados en generar pánico? ¿En realidad no cuenta este gobierno con analistas que presenten los escenarios de crisis y alternativas para enfrentarlos y reducir sus costos políticos, económicos y sociales?

 

 

Es de susto ver cómo en el propio Gobierno federal no tienen empacho en mandar a Peña Nieto a pelear batallas perdidas de antemano cuando podrían haber elaborado planes de contingencia efectivos para poner a su Presidente en una posición ofensiva y de liderazgo.

 

 

Lejos, muy lejos se ve ese gobierno con empuje y propuesta del arranque del sexenio que propuso el Pacto por México y las reformas estructurales; pero eso sí, cada vez se ve más lejos que el PRI repita en Los Pinos en 2018.