Nerviosos. Temerosos. Apabullados. Los informes que tienen en el escritorio tanto el gobierno federal como los estados en los que habrá elecciones el 15 de junio y el Instituto Nacional Electoral (INE) son de que al momento muchos mexicanos anuncian ya su intención de no ir a votar ese día. ¿Por qué? Por diversas razones, todas a la vista… Y el presagio de un fracaso político que es de todos aquí.

 

 

El Instituto Nacional Electoral –INE- ya lanzó su magna campaña de “¡Tienes que votar!” –‘No dejes que otros decidan por ti’. Esto es: a diferencia de otras ocasiones en las que se insta a reconocer a la autoridad electoral como organizadora confiable y transparente, en esta ocasión esa misma autoridad pide-suplica-implora que los mexicanos vayamos a votar ese día.

 

 

Parece que todos los factores electorales son adversos: la situación política del país indefinible. Cada quien jala para su corral y nadie se integra a un proyecto nacional ya no digamos de fortalecimiento, apenas y de rescate.

 

 

Los partidos políticos han asumido el liderazgo de lo electoral en el país por encima de todo y cada uno se regocija en sus propias mieles poniendo y quitando, haciendo a un lado al elector y estructurando organismos electorales y listas de candidatos con lo más inverosímil, sin consulta ni medición de atributos o capacidades. Compromisos que se pagan y compromisos que se adquieren: todos en el mismo juego. El país está enfermo de partidos políticos enfermos.

 

 

La situación del país es caótica en tanto seguridad, en tanto empleo, en tanto ingresos, en tanto economía doméstica en picada. Y un discurso interminable de logros nacionales. Tanto el discurso del presidente que se engolosina en reconocerse como líder de la situación aunque las encuestas indican que pocas veces como hoy el presidente tiene la menor aceptación popular  en el país…

 

 

El rechazo del presidente Enrique Peña Nieto a este nivel de no aceptación popular lo ha puesto nervioso y de mal humor. Las cifras no coinciden con lo que él percibe en sus actos públicos. Lamentablemente los aplausos que le brinda esa multitud cautiva son parte del escenario y nos cuestan lana a los mexicanos.

 

 

El presidente ha tenido que salir a reclamar –como hizo el jueves pasado en Tlaxcala- su derecho a contestar a esas encuestas: “No trabajo ni me dedico al empeño de colocarme medallitas ni a tener logros personales, son logros que quiero tenga toda la nación, y a eso estoy dedicado”. Enojado, pues.

 

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Foto: Cuartoscuro | Archivo

 

 

 

En nada le ayudan quienes a su lado le insisten en que todo está bien y que lo que ocurre es una ‘campaña de desprestigio orquestada por sus adversarios políticos, por el crimen organizado y de parte de quienes se han visto afectados por sus decisiones de gobierno’.  Eso le dicen.

 

 

Por supuesto hay quienes en vista de las deficiencias de gobierno se montan en ellas para incrementarlas informativamente y hacerlas estallar en papel de china de mil colores. Y esto les funciona porque a diferencia de otros mandatarios, el presidente mexicano no sale de su entorno, temeroso de recibir reclamos y animadversiones, como ya ha ocurrido aquí y fuera del país.

 

 

En todo caso, al presidente le falta un largo trecho de gobierno. Y es tiempo de que replantee no sólo el estatus nacional, como sí su propio estatus como presidente responsable de un país. No se trata de caer en el viejo populismo de antaño, pero sí de recapitular lo hecho y reconocerse en aciertos y errores. Quiénes han sido los beneficiarios de sus decisiones y quiénes los perjudicados. Y qué sigue. Hay dos caminos; uno que ya quiere aparecer por ahí: el del autoritarismo…

 

 

Y hay otro: el de conducirse como hombre de Estado y decisiones de Estado. Eso significaría tomar decisiones que convoquen a una nación a otros tiempos mejores. En este punto recuperaría la popularidad perdida y contribuiría con eso que él mismo llama “tener una mejor nación”.

 

 

Así que mientras son peras o son manzanas, los mexicanos también están enojados. Y dudan si ir a votar o no ese día de junio. Ha surgido una campaña en redes sociales y en algunos medios, que invitan a no ir a votar o a anular el voto. El argumento central es el de que no se debe contribuir en un mayor deterioro de la situación mexicana.

 

 

Y de ahí que el presidente haya enviado un mensaje al país en el que invita a que los mexicanos votemos el 15 de junio. Esto es un reconocimiento de que los mexicanos electores podrían castigar a su gobierno con la abstención o el voto nulo.

 

 

‘Votar o no votar; ese es el dilema’. El proceso electoral ya está en marcha y los partidos contendientes están ahí, con sus candidatos a modo. No votar es aceptar que las cosas están mal y que ahí están, y seguirán; anular el voto apoyará, con los votos que se aporten, el triunfo al que tenga mayoría y si nos vamos al voto duro, el PRI es el que cuenta con una mayor cifra negra.

 

 

Así que, lo mejor será votar, pero también lo mejor será que ya los mexicanos nos pongamos exigentes y replanteemos tanto el sistema de partidos como si éstos que hoy están ahí obteniendo 5,356 millones de pesos tan solo para 2015 son los que queremos y los que necesitamos. Si no: no.