Me acabo de comprar la funda más cursi para mi iPhone 6, es de color rosa chicle de la marca Victoria’s Secret y tiene una cadena dorada a modo de pulsera, fue un amor a primera vista. Bebo agua natural en el café Dino de la Terminal 1 del Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México y en los altavoces suena a todo volumen Enrique Bunbury, adorado en México y también en mi corazón. Su ronca voz se mezcla con el volumen del televisor que tiene un nivel tan alto que ni se escucha. No importa, ahora ni oímos ni escuchamos. Bunbury canta La chispa adecuada, ¡Qué letra tan oportuna en estos momentos!.

 

sunset_flight_WEBEstoy nerviosa, todos estamos nerviosos, me acabo de enterar de los atentados en París y vuelo a la capital francesa con Air France. Hago escala allí para volar a Madrid desde el aeropuerto de Orly. Leo los periódicos digitales, “Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, el presidente del Gobierno Francés ha cerrado el espacio aéreo”, juro leer titulares como estos y mi mente no entiende: ¿Han contrastado la información? ¿Han dicho desde la Segunda Guerra Mundial? Mis ojos saltan como el ecotimono del WhatsApp. Los fallos periodísticos se acumulan en cada noticia, ya no son excepción sino la regla de cada día.

 

La inmediatez gana por goleadas a la precisión o a la calidad. Vuelvo a preguntar, “¿Han cerrado el espacio aéreo? No señorita, la verdad es que por ahora no”. Los medios de comunicación pierden y pierden utilidad. “Reinventarse en la privilegiada calidad”, no hay otra. ¿Inmediatez en las noticias como arma competitiva? No funciona, la realidad es demasiado efímera.

 

El nervio se apodera de quienes transitamos por el aeropuerto y un enorme grupo seguimos viendo la televisión que preside el café Dino. “Casi preferiría que cerraran el espacio aéreo”, me sorprendo pensando. El miedo es evidente. “Nunca he volado desde México a España pasando por París, es viernes 13 y suena mi cantante favorito, ¿Será esto una despedida?” Mi mente se acuerda de aquel accidente fatídico de Air France y todos nos dejamos llevar por el miedo en conversaciones, que se han transformado de charlas entre dos personas a grupos numerosos.

 

En ese momento un comandante de Iberia entra en el café Dino a por una “torta de jamón y quesillo, con un poco de chile” –me gusta llevarme la cena- nos dice y todos nos abalanzamos como él, como si fuera el sacerdote mágico que nos pudiera salvar del exorcismo que podemos vivir. “¿Estamos en peligro doctor?”, le preguntamos. “El espacio aéreo no tiene porqué cerrarse, pero depende de los gobiernos de cada país”, explica con calma que los terroristas seguramente están en el país, que viven en París, todos respiramos aliviados. Un piloto para los que allí estamos en ese momento es el rey supremo y su palabra, va a misa. “¡Qué tenga usted muy buen vuelo a Madrid, provechito con su torta!” Le deseamos.

 

Las redes sociales y los periódicos siguen informando que han cerrado el espacio aéreo; sin embargo, con la tarjeta de embarque en la mano previsto a las 20:15, no hay ningún cambio de última hora. “¡Volamos!” Es el mensaje que envío a mis amigos de México, quienes me ofrecen cariñosamente hospedaje –como siempre- en caso de no volar. Vuelo AIR FRANCE 0439 con destino París. Los rostros de la fila de pasajeros que nos adentramos hacía el avión es un poema, hay algunos que se dan de baja y el personal ofrece cancelaciones, a quién quiera.

 

Justo antes de embarcar alguien se acerca corriendo, “señorita, señorita”, sonrío tiernamente al comprobar que es el simpático camarero del bar Dino donde he pasado dos horas, “tenga usted muy buen viaje”, viene personalmente a despedirse de mí. Su gesto me emociona. Ya sentada, todos nos miramos en silencio. Sentimos la espada de la suerte, del destino sobre nosotros. Yo miro mi recién estrenado iPhone 6 y la funda más cursi que haya tenido nunca y sonrío. La frivolidad y la profundidad, la luz y la oscuridad, la paz y las tinieblas. ¡C´est la vie! ¡Tout coeur avec la France!