15 años son relativos. Para Rusia, 15 años han significado un camino transformador de desarrollos, desafíos y desvíos. Después de la caída del régimen soviético y el desastre político-económico que significó la administración de Boris Yeltsin en la recién creada Federación Rusa, Vladimir Putin entró para transformar el panorama, no solo de su país, sino del mundo entero. 2015 marca el décimo quinto aniversario de la llegada al poder de este mega-hombre, quien posa sin camisa, pesca en ríos y practica tae kwon do, mientras pone a temblar a los más poderosos líderes económicos y militares del mundo.

 

Vladimir Putin

 

Empecemos recordando su manera de llevar la política exterior. Con respecto a los países que formaban la Unión Soviética, los cuales Putin considera su esfera natural de influencia, ha resultado ser combativa y violenta. El caso del despliegue de tropas hacia Georgia en agosto de 2008, o la anexión de Crimea, Donetsk y Luhansk, en Ucrania, durante 2014, son los ejemplos perfectos del paradigma que permea la manera de actuar del soberano ruso: un ejercicio de desafiante nacionalismo para revivir la época de gloria soviética.

 

No se debe de obviar que este comportamiento trae consecuencias gravísimas para Rusia por parte de las potencias occidentales. Éstas se presentan en forma de sanciones económicas que terminan afectando la estabilidad del país, sobre todo a su población. Pero sobre todo, su avanzada militar el año pasado fue una advertencia al exterior de que sus amenazas vienen acompañadas de acciones.

 

En cuanto a las naciones latinoamericanas, la Rusia de Putin ha impulsado su relación específicamente con Brasil, Cuba y Venezuela. A este último, Rusia ha vendido cerca de 4 mil millones de dólares en armamento desde el 2005. Putin también se ha hecho presente en Cuba: desde 2009, empresas rusas comenzaron a extraer petróleo desde territorio marítimo cubano.

 

Con las potencias occidentales, específicamente con la OTAN, su política también ha sido clara y agresiva: la expansión del bloque, específicamente su presencia en Polonia, Estonia y Letonia, le representa una amenaza directa a Rusia. Por su parte, su reticencia a ceder en el Consejo de Seguridad de la ONU ante conflictos como el de Siria, han puesto en una situación interna y externa muy difícil a los líderes de Estados Unidos, Francia y Reino Unido. Esto nos ha hecho recordar los más oscuros capítulos de la Guerra Fría.

 

No obstante, no todo es criticable con Putin en su política Exterior. Rusia ha sido un actor clave para facilitar las negociaciones entre Estados Unidos e Irán para poner fin al programa nuclear de la República Islámica, lo cual Occidente ha recibido con buena gana.

 

En el campo económico, el PIB de la Rusia de Putin comenzó a crecer en un 6-7% anual durante sus primeros años. Esta expansión llevó al apresurado pronóstico de varios analistas de que los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), serían las 4 grandes potencias en el futuro cercano. Sin embargo, poco se ha logrado para diversificar la economía y modernizar la industria, al mismo tiempo que su dependencia al petróleo sigue manteniendo a su país en un rezago. Con la reciente caída del precio de este hidrocarburo, la economía rusa creció solamente 0.6% en 2014.

 

En cuanto a las libertades civiles y los derechos humanos, las políticas de Vladimir Putin resuenan a las épocas oscuras de la URSS. Haciendo eco de la primavera árabe, el movimiento de los indignados y Occupy Wall Street, se dieron algunos movimientos en Rusia entre 2011 y 2012. Estas demostraciones, en favor de mayores libertades y un efectivo ejercicio de la democracia, fueron rápidamente reprimidas. La mayoría de los líderes, incluyendo al popular abogado Alexei Navalny, siguen atravesando procesos criminales o cumpliendo condenas. El caso que todos recordamos fue el del encarcelamiento de Pussy Riot, un caso altamente mediatizado contra el cual muchas figuras occidentales protestaron

 

Para justificar esto, en el congreso se aprobaron nuevas leyes para criminalizar las demostraciones públicas no autorizadas por el gobierno y se aprobaron regulaciones más restrictivas para organizaciones que reciben apoyo financiero extranjero. Asimismo, los derechos de la comunidad homosexual han sido limitados de tal manera que es casi imposible demostrar una relación con alguien del mismo sexo.

 

La libertad de expresión, tanto en medios masivos como en internet, ha sido restringida a niveles históricos. Las páginas de internet que el gobierno considera como “extremistas” son bloqueadas de inmediato, mientras que la identidad de los bloggeros debe de ser pública y está sujeta a escrutinio oficial.

 

Así, en década y media, Putin no da señales de estar cansado y continúa mostrando su fuerza al interior y al exterior de su país. Aunque las cifras pueden estar maquilladas, sorprende que hoy en día su gobierno cuenta con un 86% de aprobación por parte de su población. El presidente ha declarado públicamente que pretende volver a competir en las elecciones presidenciales de 2018.

 

Las naciones de Occidente tendrán que unirse y pensar en una manera ingeniosa de contrarrestar la creciente influencia del gigante ruso. Vladimir Putin cumple 63 años este 7 de octubre, y con su actual estado de salud, creo que le quedan, por lo menos, 15 años más. Vayámonos acostumbrando, que queda Putin para rato.