Con la entrada en operación del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en la zona de Texcoco, planeada para octubre de 2020, las 710 hectáreas que ocupa la actual terminal aérea en la delegación Venustiano Carranza quedarán desocupadas, por lo que el Gobierno del Distrito Federal (GDF) alista su propuesta de intervención.

 

Aunque el predio es de propiedad federal, es el Gobierno capitalino quien busca definir el uso de suelo y, con ello, el tipo de proyecto que habrá de desarrollarse en esos terrenos que abarcan más hectáreas que el propio Bosque de Chapultepec o Ciudad Universitaria.

 

Por ello, convocó a un foro internacional para analizar la experiencia de tres países: Alemania, Ecuador y Estados Unidos, y con ello abrir el debate público sobre qué hacer en los terrenos del futuro ex AICM a cinco años de que éste deje de operar.

 

De acuerdo con los casos analizados ayer en el primer día del foro, que concluye hoy, la tendencia fue convertir los viejos aeropuertos en grandes parques urbanos, como lo hicieron Berlín y Quito, aunque con una pequeña porción de usos mixtos.

 

El aeropuerto de Tempelhof, en Berlín, de 230 hectáreas, fue preservado como un parque urbano. La terminal, de 1.2 kilómetros de largo, funcionó hasta 2008 y ahora aloja estudios de arquitectos y artistas y se utiliza como sede para eventos de música, presentaciones de productos, ferias y convenciones.

 

En mayo de 2014, en un referéndum, 739 mil berlineses votaron para que el área de pistas del aeropuerto se preservara como un parque urbano, propuesta que derrotó a la iniciativa del Senado de construir cuatro mil 700 departamentos y espacios comerciales.

 

Caso latinoamericano

 

Otro caso analizado en el foro internacional La gran transformación urbana. Aeropuerto y Ciudad, organizado por la Secretaría de Desarrollo Económico del Distrito Federal, fue el aeropuerto Mariscal Sucre, en Quito, Ecuador, cerrado en 2013.

 

Eduardo Dousdebés, ex secretario de Desarrollo Productivo del Distrito Metropolitano de Quito de 2009 a 2013, explicó la transformación que se hizo del antiguo aeropuerto en un parque urbano llamado Bicentenario y que combina espacios culturales, deportivos y cafeterías.

 

Aunque ya funciona como parque, su desarrollo continuará por los próximos años y se contemplan una estación del Metro de Quito, un centro de convenciones, un colegio municipal y algunas vialidades, aunque debido a una ordenanza que protege al parque del desarrollo urbano, éstas deberán ser deprimidas.

 

Para que los habitantes se apropiaran del viejo aeropuerto de 126 hectáreas, el Gobierno decidió habilitar el terreno tres meses después de que fue cerrado, lo que permitió que los ciudadanos lo adoptaran en pleno como un área de convivencia y frenar así el interés inmobiliario.

 

En el caso del aeropuerto Robert Mueller, en Austin, Texas, Estados Unidos, de 287 hectáreas, la suerte fue diferente y los terrenos se destinaron para un proyecto de largo plazo llamado Mueller Community, que incluye una mezcla de desarrollos residenciales, comerciales, hospitales, museos, escuelas y espacios abiertos.

 

Mancera llevará plan a Peña Nieto

 

Para apuntalar su plan de intervención en el AICM, una vez que éste se mude a la zona de Texcoco, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, presentará personalmente su propuesta al presidente Enrique Peña Nieto.

 

La propuesta del GDF deberá estar lista para febrero de 2016.

 

Mancera Espinosa y el secretario de Desarrollo Económico, Salomón Chertorivski, aseguraron que también se está escuchando a vecinos de colonias aledañas al actual aeropuerto capitalino, pues “lo que menos se buscaría con este proyecto es que haya exclusión social”.

 

En ese sentido el Ejecutivo local consideró que la eventual reconversión del AICM representa una oportunidad para detonar el desarrollo urbano, económico y social de la zona oriente del Distrito Federal que beneficie directamente a los habitantes cercanos al punto aéreo.

 

Asimismo, señaló que su obligación es “defender a la Ciudad” por lo que “por más que tuviera un proyecto el Gobierno Federal, que fuera de urgente necesidad o de gran proyección, si la Ciudad de México estuviera afectada, no podríamos permitirlo”.