Una colección de grabaciones mexicanas de música tradicional fue seleccionada para formar parte de La memoria del mundo 2016, reconocimiento que realiza anualmente la UNESCO. Se trata de un legado proveniente del archivo sonoro realizado por Baruj, Beno Lieberman, Enrique Ramírez de Arellano y Eduardo Llerenas entre los años 1971 y 1983.

 

 
Dicho archivo, que contiene unos mil temas grabados a cien grupos musicales, representa una parte de los registros de campo que los tres hicieron en conjunto y que actualmente se encuentra archivado en la Fonoteca Nacional.

 

 

El archivo seleccionado es uno de solo cuatro colecciones mexicanas que han sido reconocidos por la UNESCO y el primero que es realizado por investigadores mexicanos. En años previos, dicha instancia internacional incluyó parte del archivo de José Raúl Hellmer, Thomas Stanford y Henrietta Yurchenco.

 

 
“Lo que distingue la colección de los tres mexicanos es la calidad técnica de las grabaciones y la estética en la selección de los grupos grabados, la que pone primordial importancia en la calidad artística de la interpretación”, informó el sello discográfico independiente Corasón en un comunicado.

 

 
Algunos de los artistas de los nueve géneros del son mexicano que este equipo grabó, salieron de su esfera regional para ganar importantes premios y participar en prestigiados festivales nacionales e internacionales, como resultado de  la difusión de estas grabaciones. El violinista Juan Reynoso, por ejemplo, fue grabado por este equipo por primera vez en 1972. Tres décadas después fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

 

 
Por su parte, Los Camperos de Valles, el legendario trío huasteco, fue grabado por ellos en 1971 y unos años después empezaron su importante carrera internacional con varios discos producidos por Eduardo Llerenas, uno de los investigadores.

 

 
La memoria del mundo, creado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, es un programa para reiterar la labor de que el patrimonio documental mundial pertenece a todos, y debe ser plenamente preservado y protegido con el debido respeto de los hábitos y prácticas culturales.