Ya en España se enfrentan en el mayor clásico dos aerolíneas del Golfo Pérsico, y ya en el derby de Manchester lo hacen los millones de Estados Unidos contra los de Abu Dhabi, y ya en varias partes de Europa lo han hecho las fortunas de dos oligarcas rusos, y de dos magnates de la India, y de dos jeques árabes.

 

Por ello, no tendría que sorprendernos demasiado que el derby de la ciudad de Milán esté cerca de convertirse en asunto que remita a una de las grandes pugnas de poder del sureste asiático: Singapur, isla que es apenas el país 190 del mundo en extensión, pero con niveles de ingresos y desarrollo que la ponen lejísimos de sus empobrecidos vecinos; e Indonesia, entre las quince naciones más grandes del planeta, aunque con uno de los ingresos per cápita más bajos y notables carencias.

 

Buena parte de las paranoias singapurenses (que no son pocas) se basan en el miedo a un ataque del gigante indonesio. De hecho, el ex presidente de Indonesia, B.J. Habibie, llegó a protestar al recibir limitaciones financieras de lo que denominó, “un pequeño punto rojo en el mar”. Tal manera de referirse a Singapur es retomada en cada pugna entre el minúsculo billonario de la región y el híper-poblado, inmenso, emergente Indonesia.

 

Sirva el anterior par de párrafos para ahora referirnos a algo que ni unos ni otros, ni nadie en el sudeste asiático ni en Italia, hubiese imaginado jamás: que en esta era de equipos vendidos al mejor postor (sin que sea relevante su cercanía a la cultura local), y en plena euro-crisis (con los viejos ricos europeos desprendiéndose de clubes que pertenecieron por décadas a sus familias), uno de los mayores derbys del continente está por convertirse en secuela de las miradas de suspicacia que atraviesan los kilómetros del estrecho de Singapur.

 

Desde el año 2013, el Internazionale de Milán pertenece al indonesio Erik Thohir, personaje que ha invertido parte de su fortuna en equipos de NBA y MLS. Convertido en presidente del cuadro neroazzurro, logró algo jamás pensado: que el dueño original, Massimo Morrati, hombre que vivía obsesionado en devolver al Inter a las glorias de la gestión sesentera de su padre, aceptara cederle las riendas. Claro, hubo de por medio cientos de millones de euros para convencerlo.

 

Ahora, el otro orgullo futbolístico de la ciudad, el AC Milán, está cerca de salir de la órbita de Silvio Berlusconi, para pasar a otro empresario que ha hecho parte de su fortuna de la mano del deporte. El singapurense Peter Lim ha sido vinculado en diversos momentos a clubes como Liverpool y Valencia, así como en la escudería McLaren de Fórmula 1. Ahora, su meta es nada menos que el Milán. Según publicó el diario AS, el total de las acciones rossoneri están valuadas en 950 millones de euros. Lim habría ofrecido 300 millones, con lo que el treinta por ciento del equipo sería suyo, pero su idea es controlar el 51 por ciento para tomar las decisiones.

 

Al cotejo entre Inter y Milán se le denomina derby della Madonnina, en honor a la escultura de la Virgen en la cima del Duomo o Catedral de Milán. Suena por ahí la tradicional canción en dialecto lombardo: “Oh, mi bella Madunnina, que brilla desde lejos, toda dorada y diminuta, tú gobiernas sobre Milán”.

 

Y ella gobernará sobre Milán, pero dos magnates del sureste asiático gobernarán sobre los equipos que disputan el derby en su honor.

 

El Inter ya es indonesio y el Milán está cerca de ser singapurense. A los debates sobre fueras de lugar y penales, sobre árbitros vendidos y amaños de partidos, sobre contrataciones millonarias y coreografías de los tifosi, habrá que añadir aquello del pequeño punto rojo en el mar. Y es que en este globalizado futbol hasta la Madonnina se puede hacer asiática.

 

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