LONDRES. Descendiendo las escalerillas de un avión (durante la medianoche) en Gander, Canadá, con un par de dígitos negativos de grados centígrados y la nieve como principal (por único) ornamento de un aeródromo desabrido, irremediablemente uno piensa en el escenario práctico (del siglo XXI) en el que un mandatario utiliza una nave de alcance intercontinental.

 

Nada de otro planeta. Lo sería en 1915 pero no 100 años después. Se trata de ganarle tiempo al tiempo. Pero en México se abonan apariencias a las percepciones en lugar de pensar en la optimización de los recursos. ¿Para qué comprar un avión? La respuesta es muy sencilla y basta utilizar dos palabras para responder la pregunta: por necesidad.

 

En efecto, mirando hacia Londres nos topamos con Gander como una escala que recordaría a las eternas paradas de camiones en los pueblos mexicanos.

 

Pero la realidad es que la escala se convirtió en un instante agradable porque el presidente Enrique Peña Nieto abandonó la sala de espera VIP, con donas y café, para acercarse a una donde se encontraba el conglomerado variopinto de periodistas que lo acompaña en su gira a Londres. En la mencionada sala el ingreso hacia la cafetería se encontraba cerrado.

 

Sobresalían sus ganas de charlar. El Presidente estaba de buen humor. La muestra la dio seis horas antes al salir de la ciudad de México: a las 16:51 horas el presidente ingresó intempestivamente a la zona del avión en la que viajan periodistas para dirigirle un cálido saludo al último de ellos en llegar porque casi se queda en tierra.

 

Ya en Gander, al mismo periodista que sorteó automóviles en Circuito Interior antes de abordar el TP01, se le cerró la garganta. Emocionado, no pudo responderle al Presidente la razón de la existencia de ese lapso terrible que representa la brecha entre llegar o no llegar a un vuelo que no puede esperar. Porque Gander nos estaba esperando.

 

Lo dijo en 1905: “En política, cuando dudes sobre lo que debes hacer, no hagas nada… cuando dudes sobre lo que debes decir, di lo que realmente piensas. Claro. Churchill no se equivocaba al mencionar estas palabras en 1905. El presidente Peña dudó en revelar información, pero su ánimo lo convenció. Y claro, también los periodistas se lo pedían aduciendo que el lunes sería un día escaso de información sobre la gira porque el hito histórico (visita oficial a Reino Unido) comienza hoy. Y en el único país donde los símbolos dicen más que los políticos, lo mejor es respetar los protocolos.

 

Sigiloso, Aurelio Nuño, jefe de Oficina de la Presidencia de la República, se incorporó a la improvisada sala de conversación con el Presidente. Llegó, sonrió y se fue. En teoría, evento independiente a la escena en la que el presidente, al salir del duty free, reconoció el trabajo de David López, quien el viernes, presentará su debida renuncia.

 

Increíble pero cierto, todo sucedió en una de las esquinas del mundo. En Gander.

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