De pronto, el mundo perfecto de la FIFA, el organismo rector del futbol mundial se sacudió de tal forma que las acusaciones de corrupción, fraude, malversación y lavado de dinero empezaron a inundar portales de noticias y redes sociales, hasta enlodar a toda la institución y, de entrada, a dos de sus más numerosas Confederaciones: Conmebol y Concacaf.

 

En una acción sorpresa fueron arrestados siete miembros de FIFA acusados de corrupción. Se les culpa de haber recibido sobornos por más de 150 millones de dólares, aunque el total de implicados en una investigación realizada, en conjunto,  por el FBI y la policía suiza implica a 14 directivos.

 

A partir de esto, la presión de ilícitos rompió la tubería y todo estalló. Jack Warner se entregó a las autoridades de Trinidad y Tobago, que ya había girado una orden de aprensión en su contra. Concacaf designó un presidente interino en lo que sucede la tormenta. Pagaruay giró una orden de arresto contra Nicolas Leoz. Loretta Lynch, fiscal general de Estados Unidos develó sobornos por más de 110 millones de dólares para la edición de la Copa América 2016, a realizarse en Estados Unidos. Diego Armando Maradona se regodeó con los arrestos de los funcionarios y las acusaciones contra la FIFA. Y, en medio de todo, un comunicado, la FIFA desliga a Joseph Blatter, su actual presidente, de todo conocimiento de los hechos y se aferra a las elecciones del próximo viernes, donde Blatter no tiene rival para ser reelegido por cuatro años más como máximo dirigente del organismo.

 

“Estoy disfrutando de algo que yo vengo diciendo desde hace mucho tiempo. Hoy no hay futbol. No hay transparencia. Basta de negociados, de mentirle a la gente y de hacer una cena show para reelegirlo a Blatter”, fueron las palabras de Maradona apenas salió a la luz la acción efectuada por el FBI contra los directivos de FIFA.

 

¿Y quién fue el personaje que destapó la cloaca? Chuck Blazer, secretario general de CONCACAF, hasta mayo de 2013 y acusado por recibir 20 millones de dólares de manera ilegal, fue el encargado de servir como topo. Blazer tuvo que colaborar con la investigación ejecutada por el FBI contra la FIFA para reducir su sentencia, y entregó material que grabó con micrófono escondido. Los audios revelan varias conversaciones entre dirigentes de la FIFA, de distintos rangos, que destapan los malos manejos de la Federación Internacional.

 

FIFA

 

 En el limbo reelección de Blatter

 

El escándalo de sobornos alcanza todos los niveles del organismo internacional de futbol, que pese a todo, dijo que el viernes se llevarán a cabo sus elecciones, donde Joseph Blatter mandará por cuatro años más, a menos que el FBI diga otra cosa.

 

De momento, los detenidos en Suiza son: Jeffrey Webb (Caimán), vicepresidente del Comité Ejecutivo de la FIFA; Eugenio Figueredo (Uruguay), también vicepresidente y hasta 2014 presidente de la Conmebol; y Jack Warner (Trinidad y Tobago), ex miembro del comité y presidente de la Concacaf entre 1990 y 2011, Eduardo Li, presidente de la Federación de Costa Rica; Julio Rocha, funcionario de desarrollo de FIFA; Costas Takkas, presidente de la Federación de Islas Caimán, Rafael Esquivel, presidente de la Federación venezolana, José María Marín, ex presidente de la CBF; Nicolás Leoz, presidente de Conmebol; además de 5 ejecutivos sudamericanos de mercadotecnia.

 

También están acusados los ejecutivos de empresas relacionadas con la FIFA que, según esta investigación, estarían implicados en la obtención de sobornos por valor de más de 150 millones de dólares para la Copa América 2016.

 

Entre los 47 cargos por el enriquecimiento ilícito durante 24 años mediante la corrupción del futbol, los beneficiarios habrían logrado “lucrativos derechos de comercialización en los medios y mercadotecnia en los torneos internacionales”, según declararon autoridades de Estados Unidos.

 

“Corrupción rampante, sistemática y profundamente enraizada” fue la descripción de la fiscal general Loretta Lynch sobre los hechos; señaló como víctimas a multitud de competencias y torneos de países en desarrollo, que deberían haberse beneficiado de los ingresos generados con la comercialización de los citados derechos y los aficionados de todo el mundo.

 

Algunos de los responsables de estos delitos pueden afrontar penas de cárcel de 20 años.

 

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