Uno la ve en cualquier calle y, de verdad, es hermosa.

 

Mucha gente piensa que es mexicana, pero no, es de Argentina, específicamente de sus bosques secos. Su nombre científico es Jacaranda mimosifolia.

 

La jacaranda es una especie que, por sus colores, es la consentida de fotógrafos y pintores capitalinos (ya no digo chilangos, porque luego se me vienen encima).

 

El árbol se ha vuelto parte inherente al paisaje de la CDMX. Las manchas lilas en la ciudad y la sombra son muy apreciadas.

 

Las alfombras de flores son hermosas, aunque causan algunos problemas en los drenajes.

 

Y si cae en la ropa mete en líos a quienes usan colores blancos, porque la mancha. Pero, son sólo algunos pequeños inconvenientes que son fáciles de superar.

 

El tema viene a cuento porque se fue febrero y las flores comienzan a aparecer. Ya, cuando llega la primavera el color es mayor.

 

En 2010 tuve oportunidad de platicar con Robert Bye, coautor del libro “Origen y geografía de la diversidad biológica en México”, editado por el Instituto de Biología de la UNAM en 1998. Desconozco si todavía se puede hallar en librerías, pero si lo encuentra, cómprelo y avíseme en dónde para ir por uno.

 

También es migrante

 

El investigador me comentó que la Jaracanda fue introducida a México entre 1900 y 1910, pero, dato curioso, no llegó directo del país sudamericano. Primero viajó al viejo continente, específicamente a Inglaterra.

 

A diferencia de lo que sucede en México, que alcanza su máximo esplendor en Primavera, en Europa floreció por primera vez en invierno. Cerca de su capital. Por lo visto la jacaranda estaba destinado a ser un árbol urbano, de ciudades importantes.

 

Robert Bye logró rastrear cómo llegó a México y posteriormente a la capital, ahora CDMX:

 

Fue durante la administración de Teodoro Dehesa como gobernador de Veracruz, un político porfirista, que se introdujo a México, a través del puerto, dejando un rastro por varios estados, hasta llegar a la Ciudad de México.

 

Ventajas y desventajas

 

Sus raíces: suelen despedazar las banquetas, pero eso se supera planificando y utilizando diseños de banquetas que comulguen con este tipo de árboles. Eso también pondría a pensar a los urbanistas de las delegaciones y del Gobierno de la Ciudad para mejorar el entorno.

 

Sus raíces crecen muy profundo, en busca de agua, lo que daña algunos drenajes, pero también les da otra ventaja. No caen tan fácil como los eucaliptos, otra especie introducida a la ciudad, pero que es más frágil, con raíces poco profundas y ramas quebradizas, lo que ha convertido a ese árbol en un blanco de autoridades ignorantes (no sé si en algunos casos es pleonasmo), que han pasado a convertirse en una especie de “eucaliptosidas”.

 

En fin. A quién no le gustan las jacarandas.