ROMA.- Era una reunión más, otro Consistorio Ordinario Público, tradicional de los lunes por la mañana. Se hablaba de una beata mexicana, la jalisciense María Lupita García Zavala, de Guadalajara. Cansado, el Papa ordenó que la canonización de esta monja de la orden de Santa María Margarita María y de los Pobres fuera el próximo 12 de mayo.

 

Y entonces ocurrió. El papa Benedicto XVI, nacido Joseph Aloisius Ratzinger hace 85 años y oriundo de Baviera, se sentó en su sillón papal, sacó un papel escrito de su puño y letra y comenzó a leer en un latín reposado: “… actus plena libertate declaro me ministerio episcopi Romae, successoris sancti Petri, mihi per manus cardinalium die 19 aprilis MMV commissum renuntiare…”.

 

En la sala del Consistorio del Palacio Apostólico, los pocos periodistas presentes (siete, a lo sumo) no captaron lo que estaba pasando. Ninguno, excepto Giovanni Chirri, vaticanista de ANSA-AFP. Era la única reportera que hablaba latín, y había comprendido claramente: “Con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que me concedieron los cardenales el 19 de abril de 2005…”.

 

Estaba ocurriendo lo inaudito, lo no visto en casi medio milenio: un jefe de la Iglesia católica renunciaba. Y, por primera vez en la historia, renunciaba por el excesivo cansancio, por no tener el vigor necesario.

 

En el acto realizado en la sala del Consistorio del Palacio Apostólico también estaban los ceremonieros pontificios, los representantes de las postulaciones, los cantores de la Capilla Sixtina, los sediarios pontificios y los asistentes técnicos. Muchos de ellos comprendieron y empezaron a cruzar miradas de asombro, de incredulidad. La noticia los golpeó a todos. Nadie parecía estar enterado de antemano, ni  los arzobispos Georg Gänswein, prefecto de la Casa Pontificia, ni Guido Pozzo, limosnero; ni los monseñores Leonardo Sapienza, regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, ni Alfred Xuereb, de la secretaría particular. Sólo había murmullos y desconcierto contenido.

 

Entonces se levantó el cardenal Angelo Sodano (decano del Colegio Cardenalicio y recurrente papable). Tomó la palabra y dijo, enfrente de Ratzinger: “Santidad, amado y venerado sucesor de Pedro, como un relámpago en el cielo sereno ha resonado en este aula su conmovido mensaje. Estamos cerca de usted, Santo Padre, bendíganos”.

 

El Papa agradeció, se levantó y, sin esperar más reacciones, salió de la sala siguiendo el estricto protocolo vaticano. Con esto, el ducentésimo sexagésimo quinto Papa de la historia daba a conocer que el próximo 28 de febrero, a las 8 de la noche, abandonaría los cargos de Sumo Pontífice, obispo de Roma, arzobispo Metropolitano de la Provincia Romana, vicario de Cristo, sucesor del Príncipe de los Apóstoles, príncipe de los Obispos, obispo de los Obispos, Pontífice Supremo de la Iglesia Universal, primado de Italia, siervo de los Siervos de Dios, padre de los Reyes, pastor del Rebaño de Cristo y soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano.

 

Los reporteros salieron pitando a buscar a la gente de prensa de El Vaticano. Federico Lombardi, portavoz de ese Estado, no contestaba el teléfono. Los mandos medios no estaban por ningún lado. Los empleados admitían que ignoraban qué había ocurrido. Para el diario oficial de El Vaticano, L’Osservatore Romano, no había ocurrido nada.

 

No obstante, al fin llegaron más datos: Lombardi empezó a llamar a unos pocos reporteros. Los jefes de departamento comenzaron a difundir y a defender, en términos “pastorales”, la decisión papal; obispos e integrantes de la Curia platicaban y se reunían a puerta cerrada para debatir asuntos nimios, que, de pronto, resultaron impostergables.

 

Era mediodía. La disciplina eclesial se impuso. Y en la Plaza de San Pedro nadie sabía del terremoto que, puertas adentro, acababa de ocurrir. Roma seguirá siendo eterna.

 

¿La ley permite renunciar a un Papa?

 

La Iglesia católica se funda en leyes: los 10 mandamientos, el derecho canónico, las encíclicas… Este hecho le ha permitido la unidad, la disciplina y la supervivencia. De tal modo que buena parte de las actividades de sus fieles está regida por una norma. Incluso el Papa está sometido a esas leyes. Y Benedicto XVI, teólogo dogmático de altos vuelos, fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, institución heredera de la Inquisición y protectora de la ortodoxia, es decir, del cumplimiento de los ordenamientos católicos.

 

De tal modo que la renuncia de ayer fue meditada y difundida con apego a determinadas leyes de El Vaticano.

 

El Código de Derecho Canónico, promulgado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, asienta que el Papa en turno pude renunciar, sin dar más razones. En el Libro II “Del Pueblo de Dios”, capítulo I “Del Romano Pontífice y del colegio electoral”, sección I “de la suprema autoridad de la Iglesia”, artículo I “Del Romano Pontífice”, parágrafo 332 § 2. se puede leer: “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”.

 

No obstante, en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, también promulgada por Juan Pablo II, en el capítulo VI “Lo que se debe observar en la elección del Sumo Pontífice”, se puede leer: “Ruego, también, al que sea elegido que no renuncie al ministerio al que es llamado por temor a su carga, sino que se someta humildemente al designio de la voluntad divina. En efecto, Dios, al imponerle esta carga, lo sostendrá con su mano para que pueda llevarla; al conferirle un encargo tan gravoso, le dará también la ayuda para desempeñarlo y, al darle la dignidad, le concederá la fuerza para que no desfallezca bajo el peso del ministerio”. REDACCIÓN

 

El deterioro de salud del papa

 

BERLÍN. La renuncia al pontificado del papa Benedicto XVI se debe a motivos de salud y edad, según declaró su hermano Georg Ratzinger desde Ratisbona, al sur de Alemania.

 

“La edad oprime”, dijo el también religioso Georg Ratiznger, de 89 años de edad, en declaraciones recogidas por la agencia alemana de noticias DPA, en las que comentó que el médico del Sumo Pontífice ha aconsejado al Papa que no haga más viajes transatlánticos.

 

El hermano mayor del Papa señaló igualmente que el Santo Padre tiene cada vez más dificultades para andar, lo que complica su vida pública, y subrayó que su “hermano quiere más tranquilidad a esta edad”.

 

El Papa se cansa cada vez más rápido, explicó Georg Ratzinger, quien calificó de “proceso natural” la anunciada dimisión de Benedicto XVI y reconoció que ya conocía de antemano la decisión.

 

Mientras tanto, medios estadunidenses destacaron que el Pontífice ha alegado el deterioro de su salud y su avanzada edad como los motivos de su marcha.

 

Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, dijo que el Papa no había dimitido debido a “dificultades en el papado” o una enfermedad específica, sino una progresiva disminución en su fuerza.

 

“En los últimos meses se ha visto una disminución en vigor, tanto del cuerpo y el espíritu”, dijo Lombardi a la prensa. “Fue su decisión personal tomada con plena libertad, que merece el máximo respeto”.

 

Benedicto XVI tiene artritis, sobre todo en las rodillas, las caderas y los tobillos. Él tenía previsto viajar en julio a Brasil, el mayor país católico del mundo, para un festival de la juventud, pero la preocupación se había planteado entre los observadores del Vaticano sobre si estaba lo suficientemente en forma.

 

Una renuncia papal voluntaria es rara aunque ciertamente el papa Celestino V ejerció su derecho a abdicar en 1294. El papa Gregorio XII renunció en 1415 para poner fin al Cisma de Occidente. AGENCIAS