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Esencia y expresión de la celebración de Muertos en México, el pan característico de estas fechas tiene una historia que se remonta a la época prehispánica. Plasmado en múltiples expresiones en las distintas regiones del país, posee, sin embargo, una forma y un sabor que lo vuelve emblema de esta fiesta en el centro de México, con sus azucaradas notas.

 

Es una preparación que tiene antecedentes en las ofrendas que los antiguos mexicanos ofrecían a los difuntos y a los dioses. Era costumbre la elaboración de una argamasa de semillas de amaranto molidas y tostadas y la sangre de los sacrificios en honor a las divinidades como Huitzilopochtli.

 

Los conquistadores españoles, por supuesto, rechazaron esta costumbre, pero como parte de su labor evangelizadora adaptaron los conceptos paganos a los preceptos y hábitos de la fe católica. La preparación indígena fue sustituida por un pan de trigo bañado de azúcar y sutilmente coloreado en rojo, en referencia a su antecedente pagano. Fue el origen del pan de muerto que hasta hoy en día forma parte de las ofrendas y los gustos del 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre.

 

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