La semana pasada el Instituto ordenó revocar la decisión original del 30 de septiembre de 2015, donde resolvió que no había elementos para determinar la existencia de poder sustancial de Televisa en ese mercado

No hubo quinto malo. Tras varios años de describir la complicada vida social y política en su natal Irlanda, con una discografía que ahora es icónica de esa primera época y que dio obras como Boy, October, War y The Unforgettable Fire, U2 lanzó el 9 de marzo de 1987 la que es quizá su obra maestra y el disco que le valió al cuarteto dejar de ser irlandeses para convertirse en propiedad artística del mundo: The Joshua Tree.

 

 

El álbum, producido por dos genios superestrellas de la época, como Daniel Lanois y Brian Eno, fue para la Generación X que crecimos en los años 80 el equivalente a lo que fue el Sgt. Pepper’s de Los Beatles para los Baby Boomers de los 60: la obra musical que a muchos nos abrió los ojos (y los oídos) a las temáticas que abordaba en sus once pistas: la problemática mundial a nivel político y social, la búsqueda espiritual en una década caracterizada por la autocomplacencia y la búsqueda de satisfactores materiales, la lucha por mantener un equilibrio en la vida cotidiana y mil cosas más que sería largo describir en este espacio.

 

 

Producto de una época en la que la música se conseguía, al menos en México, de manera física y en LP (por supuesto no existían los MP3 ni el streaming) tanto en tiendas de autoservicio como en tianguis (El Chopo era clásico de la época), pequeñas disquerías que había regadas por toda la ciudad o hasta en puestos callejeros instalados afuera de las estaciones del Metro, The Joshua Tree no sólo se convirtió en el disco más famoso y exitoso de la banda integrada por Bono, Adam Clayton, The Edge y Larry Mullen Jr., sino en todo un ícono que simbolizó la segunda mitad de los años 80.

 

 

Puso en la boca –y la mente- de medio planeta no sólo las letras escritas por Bono y compañía, sino algo más importante y que cualquiera de los grandes álbumes de la historia logran generar: conciencia y espíritu de cambio. De más está comentar que fue el álbum que elevó a U2 a categoría de leyenda (que años más tarde corroboraría con Achtung Baby y Zooropa), o que es uno de los más vendidos de la historia con poco más de 25 millones de unidades, o que es uno de los álbumes que aparece en todas y cada una de las listas de los mejores discos de todos los tiempos.

 

 

Liderado por un trío perfecto de temas que se han convertido no únicamente en himnos de la banda que no pueden faltar en sus conciertos (Where the streets have no name, I still haven’t found what I’m looking for y With or without you), sino en referencias de la cultura popular de su época, The Joshua Tree ha pasado la prueba más difícil de todas: la del tiempo. Logró lo que el mítico compositor estadounidense Leonard Bernstein expresó en alguna ocasión, “dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”.

 

 

Además, es una prueba fehaciente de que, en tres décadas, la historia no ha cambiado gran cosa, pues sus temáticas prácticamente son tan válidas y actuales en el presente como lo fueron en su momento. Las letras de Bono expresaban entonces una relación amor-odio por Estados Unidos: por un lado, una crítica directa a las políticas imperialistas de ese país (gobernado en ese entonces por un presidente republicano, Ronald Reagan), y al mismo tiempo la admiración de la banda por los ideales y las libertades de la Unión Americana. Cualquier parecido con lo que ocurre actualmente en la era de Donald Trump no es mera coincidencia.

 

 

A final de cuentas, eso es lo que convierte a una obra de arte en leyenda: su trascendencia. A tres décadas de su lanzamiento, The Joshua Tree permanece como uno de los discos trascendentales en la historia del rock, de esos que hay que tener, escuchar y, sobre todo, del que hay que aprender.