El “turismo negro”, también conocido como “oscuro” o “de dolor” es una alternativa para los viajeros que gustan de conocer sitios asociados con la muerte, la tragedia o el peligro.

 

Esta variante del turismo surge de convertir sitios donde se registraron homicidios famosos o multitudinarios, así como accidentes trágicos, en puntos de atracción turística. En ciertos casos son centros de concentración en donde se consumaron genocidios históricos, como el caso de Auschwitz, en Polonia, uno de los mayores campos de concentración nazis.

 

Estos destinos también pueden tratarse de memoriales erigidos en recuerdo de personas fallecidas en desastres, como la Zona Cero, en Manhattan, donde hay un museo y memorial en memoria de los actos terroristas del 11/S, en Estados Unidos.

 

Hiroshima, en Japón; Chernobyl, Ucrania; el Centro Memorial al Genocidio en Murambi, Ruanda; el Monumento a la Masacre de Nankín, en China, y el Museo de los Crímenes Genocidas de Tuol Sleng, en Camboya, son otros ejemplos de esta variante del turismo.

 

Pero el turismo negro también ha devenido en la búsqueda de experiencias extremas. Viajeros pagan por visitar zonas de conflicto, como pueden ser países del Medio Oriente donde se llevan a cabo conflictos armados, o bien, regiones donde se registran guerrillas y enfrentamientos con el crimen organizado.

 

Un estudio de Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial (GMSI), publicado en 2011, señala a México como un país atractivo para quienes buscan de este tipo de aventuras, ofreciendo recorridos que van desde el barrio bravo de Tepito y visitas a Chiapas para conocer la zona zapatista, hasta escenarios de enfrentamientos entre grupos de narcotraficantes.