Funcionarios de todos los niveles, empresarios, especialistas, y hasta la Santa Iglesia católica, se han manifestado sobre las intenciones del Presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de “joder a su vecino”, que es su principal socio comercial.

 

Lo mismo con la construcción del muro y expulsar a millones de mexicanos, que con ponerle un impuesto a las remesas, renegociar y hasta cancelar el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá firmado en 1994, y otras cosas que dice que hará en cuanto tome posesión. Llaman la atención del columnista los pronunciamientos de aquéllos sobre el acuerdo comercial que Trump amenaza con “mandar por un tubo” si no se renegocia, para beneficio de nuestros “partners”, claro.

 

Por ejemplo: el director general adjunto para América del Norte, de la Secretaría de Economía, Alberto Jiménez, afirma: “Hemos estado trabajando en escenarios desde el más sencillo, en donde no pasa nada y todo sigue igual; hasta uno que incluye que el tratado sea derogado por Estados Unidos. El que se considera probable es una renegociación del TLCAN para modificarlo”. “¿Y cuáles serían las consecuencias, Beto?” preguntan los observadores.

 

El subsecretario de Hacienda, Miguel Messmacher, considera que “hay un cambio de discurso. Al inicio de su campaña, Trump hablaba de manera muy firme de cancelar el TLC, después evolucionó la postura, y en el último documento reconoce que su enfoque inicial no será cancelarlo, sino buscar la renegociación”. Se me hace que Miguel no sabe “ler”, dicen los malosos, pues uno de los puntos del plan de los primeros cien días de Trump claramente dice que si México no acepta renegociarlo, Estados Unidos cancelará el TLC, 200 días después de su toma de posesión.

 

Por su parte, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, lo ve con otros ojos, y declara: México, Estados Unidos y Canadá forman la región más próspera. “Éste es el significado del libre comercio a nivel mundial; plantas (automotrices) que refuerzan la competitividad de una región y que traen beneficios a toda una comunidad continental. No entenderlo así es tener miopía”. ¿O sea que le está sugiriendo al señor Trump que se mande a hacer unos lentes para corregir ese defectito?

 

Siguiéndole el juego a su jefe, la subsecretaria de Competitividad y Normatividad de la Secretaría de Economía, Rocío Ruiz, declaró que estamos listos para revisar o renegociar el TLCAN. “Nuestro país está capacitado, tiene un gran equipo de negociadores no solamente en la Secretaría de Economía, sino también en la de Relaciones Exteriores, en la de Hacienda y todos los que intervendrían en cualquier tipo de negociación nueva o revisiones que tengamos… estos especialistas tienen gran experiencia y trayectoria en todas las áreas relacionadas con los tratados comerciales entre las naciones”, presumió doña Rocío. “¿Y dónde está ese equipazo, amá?” preguntan los observadores.

 

Luis de la Calle, especialista en el tema, declaró: si en las conversaciones con Estados Unidos sobre la renegociación o transformación del TLC vamos a llegar con una actitud defensiva, ratonera, vamos a perder. ¡Nos van a dar hasta por debajo de la lengua! Quiso decir.

 

Jaime Zabludovsky, negociador en jefe del TLCAN en 1994, afirmó: “Yo no creo que sea buena idea renegociar ni reabrir el acuerdo. Hace 20 años se llegó a un equilibrio (comercial) muy delicado donde las partes establecieron sus necesidades. Abrirlo ahora sería muy difícil volver a encontrar ese equilibrio…”.

 

A juicio de especialistas canadienses, si se renegocia o se cancela el TLC, México sería el gran perdedor. Estados Unidos no va a renegociarlo para mejorarlo a favor de México, sino para “joderlo”, quisieron decir.

 

Ante esta serie de versiones, el presidente Enrique Peña Nieto declaró: “La posición que México tiene frente al NAFTA es que, más que hablar de una renegociación, es una modernización…”.

 

¡Así qué…! .