La última vez que el FC Liverpool se impuso en la liga inglesa, fue unos meses después del momento más triste en la historia de esta institución.

 

Se trataba de un equipo red dominante como nunca lo ha vuelto a ser; entre 1981 y 1991, conquistó seis ligas inglesas y en las cuatro restantes fue subcampeón. A eso se añaden en dicho período dos Copas FA, cuatro Copas de la Liga y dos Copas de Clubes campeones (precedente de la actual Champions). Toda una dinastía vestida de rojo, a cuya estela los títulos cayeron por borbotones.

 

Es curioso que este martes se cumpla el primer cuarto de siglo desde la tragedia de Hillsborough. Esa espeluznante jornada en la que la negligencia policial (y no el hooliganismo) derivó en el fallecimiento de casi cien seguidores del Liverpool. Es curioso, con el equipo por fin en posición de volver a las glorias de esa época.

 

A menudo cuando se habla de Hillsborough, se menciona Heysel, situación por demás desafortunada, mezcla que carece de sentido.

 

En el estadio Heysel de Bruselas, durante la final de la Copa de Campeones de 1985, hooligans del Liverpool propiciaron una estampida que derivó en el fallecimiento de 39 aficionados, la mayoría del rival, la Juventus. Ahí hubo brutalidad, violencia, imbecibilidad.

 

Cuatro años después, en Hillsborouh durante un partido de copa inglesa, la culpa fue del aparato policial y de nadie más. Aunque cientos de documentos se mantengan archivados, se asume que si las autoridades no hubiesen obrado de forma absurda, ese día no habría cambiado para siempre el esquema de seguridad de los estadios británicos y desaparecido las rejas que aislaban gradas de cancha.

 

Cuando se cumplían 23 años de la tragedia, conversé con varios sobrevivientes de la misma.

 

Sheyla Coleman, abogada que ha llevado por tanto tiempo el caso, me explicaba: “hasta la terminología empleada para controlar aficionados era terminología animal, ´eran llevados al corral´, como se dice con ganado, ´eran metidos a rejas´, como se dice con ganado… Fueron tratados como animales”.

 

Kenny Derbishyre clamaba con rostro ojeroso y con una dificultad para caminar que desde entonces no ha podido remediar: “estuve en el túnel de acceso como 50 minutos hasta que finalmente pude salir del túnel. Afuera había una pared a la izquierda y alcancé a escalarla, había muchos aficionados que intentaban treparse todo el tiempo… Siempre regresa a tu mente Hillsborough. No puedes escapar de eso. No puedes huir”.

 

Junto al monumento en memoria de los perecidos en el estadio de Anfield, Stephen Kelly, quien perdió a su hermano Michael, suplicaba: “todos sabemos la verdad: sólo que la admitan, sólo pido eso, que den un poco de paz a nuestra vida… Mi madre me dijo poco antes de morir, ´Steve, ¿Michael no era un hooligan verdad?´ Y le contesté que no, porque de verdad que no era hooligan”.

 

Más allá de los lacerantes recuerdos de Hillsborough y de la nostalgia por épocas de tanta gloria, la mística del Liverpool es particular desde que el director técnico Bill Shankly impregnara a sus pupilos de conciencia: ellos quitaban el lodo a sus tachones, ellos se responsabilizaban por la limpieza de sus uniformes, ellos comían fish and chips sentados en la banqueta a media carretera, para entender cómo es la vida de quienes pagan buena parte de su sueldo a fin de verlos jugar.

 

El canto que acompaña a sus jugadores, “You´ll never walk alone!”, símbolo de lealtad e incondicionalidad, las palabras más bellas que un humano puede susurrar a otro, están impresas en una de las rejas de acceso al estadio. También lo están las de “This is Anfield”, especie de advertencia a las huestes rivales que planeen someter al cuadro red.

 

En un partido por demás mágico, este domingo el Liverpool se colocó más cerca que nunca, desde aquel 1990, de volver a ganar la liga. Se impuso al Manchester City en un juegazo que lo consolida líder a falta de cuatro jornadas, ya sin importar lo que los citizens puedan hacer en sus cotejos pendientes.

 

A 25 años de Hillsborough y 24 del último título de liga, en Liverpool los once de rojo no caminan solos… Y es que This is Anfield.

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