Lunes 3 de julio, nueve de la noche, hora local. Un hombre disfrazado de mujer con el velo islámico integral dispara 30 balas contra un grupo de personas en un barrio marginal de la ciudad de Toulouse, en el suroeste de Francia. Se sirve del fusil de asalto Kalashnikov que había logrado esconder en una carriola para bebé. El saldo de la balacera: un muerto y seis heridos; dos de ellos graves. El agresor se dio a la fuga. Las primeras investigaciones apuntan a que podría tratarse de un ajuste de cuentas.

 

Domingo 2 de julio, pasadas las 10 de la noche. A la salida de una mezquita de la localidad de Avignon, a 700 kilómetros de París al sureste de Francia, estalla el pánico. Dos individuos encapuchados bajan de un coche y abren fuego contra la multitud que sale de una mezquita. Ocho personas, entre ellas una niña de siete años, resultan heridas. Los agresores, armados con un rifle de caza y una pistola, consiguen huir. La procuraduría descarta que el incidente sea un acto terrorista y lo califica como un ajuste de cuentas entre bandas juveniles.

 

Jueves 29 de junio, 6:30 de la tarde. Un sujeto intenta atropellar al volante de su automóvil 4×4 a una muchedumbre frente al templo musulmán de Créteil, en las afueras de París. Afortunadamente nadie resulta lesionado. El coche terminó estrellándose contra las barreras situadas junto a la mezquita. La Policía detuvo al atacante en su domicilio. No estaba ebrio, no tenía antecedentes delictivos. Durante el interrogatorio declaró haber querido vengar a las víctimas del atentado islamista del Bataclan (en noviembre de 2015) y los Campos Elíseos (en abril de 2017). Ninguna autoridad ha hablado abiertamente de un atentado fallido.

 

Hasta aquí los hechos, ocurridos en sólo tres días de este año, un nuevo cargamento de leña caído sobre el fuego de las tensiones que se palpan permanentemente en los suburbios o “banlieues” de las grandes ciudades de Francia, pobladas mayoritariamente por musulmanes.

 

El gran público no cree en “ajustes de cuentas”, está persuadido de que se acerca el peligrosísimo “ojo por ojo, diente por diente” en una sociedad que debate con cada vez más ímpetu los límites del multiculturalismo en un estado moderno.

 

El país galo cuenta con la comunidad musulmana más importante de Europa, la componen entre cinco y siete millones de personas, muchas de ellas reticentes a aceptar el estricto laicismo a la francesa. La convivencia cívica en los guetos sociales -principalmente musulmanes-, degradados, sucios y abandonados a su suerte, lleva largos años salpicándose de incidentes violentos (oficialmente esos guetos se llaman ZUS o Zonas Urbanas Sensibles; en toda Francia hay 741 ZUS).

 

Es ahí donde se ve con claridad el fracaso absoluto del modelo de integración francés, son esas áreas las que arrastran los peores lastres: la pobreza, el desempleo de 25%, el tráfico de drogas y el crimen organizado en conexión directa con la radicalización islamista. Resulta que los 13 mil sospechosos de tentaciones yihadistas son originarios de las ZUS, un tercio de esos 13 mil radica en la periferia norte de la capital francesa.

 

Desde enero de 2015, en múltiples ataques islamistas perpetrados en Francia perdieron la vida 239 personas. Entre 2014 y 2016 murieron más habitantes en Europa en atentados yihadistas que en periodos anteriores.

 

Se impone el terror “low cost”, difícil de evitar, el que recurre a objetos simples y baratos, ya sean vehículos, martillos o cuchillos de cocina. Lo vimos en Niza, París, Berlín, Estocolmo y Londres.

 

Los agresores comparten perfil. Todos nacieron en suelo europeo, eran o son europeos descendientes de migrantes del Magreb y del África Subsahariana, todos habían pasado por la cárcel y casi todos radicaban en guetos urbanos desfavorecidos, ahí donde se germinó la semilla del odio contra la llamada “sociedad de arriba” y donde la religión da respuestas a la desintegración social o familiar.

 

Ya nadie teme plantearse estas inquietantes preguntas: ¿nos espera un enfrentamiento civil entre los franceses administrativos y los franceses culturales? y ¿lograremos reconstituir los fundamentos de nuestra vida en común?

 

aarl