El carisma que Colombia, Costa Rica, Chile y México reflejaron en este Mundial, un futbol fresco que gustó a la afición, no se vio plasmado en las semifinales. Los cuatro equipos finalistas son los mismos invitados de siempre, tres que han sido campeones en varias ocasiones, más Holanda, el “subcampeonísimo” de los mundiales. El futbol se volvió más entretenido por estos pequeños gigantes, pero los equipos de siempre dominaron la Copa Mundial.

 

 

Así como hablo de futbol, también podría dar ese enfoque a discusiones sobre otros mercados. Nuevas alternativas son recibidas con entusiasmo, pero o son parte de grupos económicos poderosos, o son compradas por éstos poco tiempo después. El resultado, la mexicana es una economía que podrá tener diversidad en la escala de sus empresas, pero las grandes decisiones económicas se toman en los mismos lugares de siempre.

 

 

Costa Rica fue la última esperanza de los vencidos, lo hizo con gallardía, pero al final perdió. Cuántas veces no hemos visto esa esperanza en el mercado, para que al final la historia se repita y sólo se repartan el pastel los mismos jugadores.

 

 

Recuerdo la telenovela Nada personal, la primera apuesta de TV Azteca por la apertura democrática. Lo que empezó como innovación, fue tan solo una prueba pasajera que dejó la competencia por el mercado de las telenovelas en el eterno reciclaje de la historia de Cenicienta. Hasta la protagonista Ana Colchero les renunció a media producción porque su mito se caía a pedazos. De la era seudodemocrática de los Hechos de peluche pasamos a la autocensura en la que ya no caricaturizan a Enrique Peña Nieto para no quedar mal.

 

 

Jacobo Zabludovsky llegó a convertirse en el símbolo de la televisión autoritaria. Una visión del mundo estructurada en la Secretaría de Gobernación y comunicada a través de Televisa. En su momento el nombre de su programa había perdido tanta credibilidad que decidieron llamarle simplemente El Noticiero y reemplazar a Zabludovsky por Joaquín López Dóriga. Hoy López Dóriga es un hombre poderoso cuya línea editorial representa tanto los intereses de Televisa, como los suyos propios, y la distribución de los tiempos siempre favorece lo intrascendente y lo lejano.

 

 

Las televisoras tuvieron en México una ventana democrática, pero claramente no son democráticas. La ventana se cerró con el regreso del Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos. El poder de las televisoras, y particularmente el de Televisa, está muy relacionado con la posibilidad de influir en el electorado a partir de la buena o mala imagen de un político, harán pedazos a cualquier político salvo a sus aliados, sin que haya instituciones que los acoten.

 

 

Como acusó Mony de Swaan en un artículo sobre la Ley Federal de Telecomunicaciones, los votos a favor de la ley conllevan una cobertura mediática positiva para quienes aspiran a una gubernatura, incluido Javier Lozano Alarcón, que ya se ha beneficiado en sus aspiraciones a gobernar Puebla. La ley favorece la expansión de Televisa hacia el mercado de televisión de paga, el que tiene mayor potencial en este momento, para eso enviaron sus soldados a la “telebancada”. Su equivalente en el futbol son los clavados de Robben o los innumerables lamentos de Neymar.

 

 

La historia oficial no se define ya en la esfera del estado, se define en las áreas de producción de Noticieros Televisa. Entonces puede entenderse por qué el arbitraje de la FIFA ha sido tan malo. No sólo hay dificultades para que las selecciones “chicas” le arrebaten el poder a las grandes por sus propias limitaciones, el bloque hegemónico también se ayuda a través de un arbitraje que premia las mañas y un discurso hipócrita llamado fair play, y el oligopolio tiene la tranquilidad de que lo respalda no sólo su propia historia sino también las instituciones del estado (o la FIFA).