En algunas esferas no se ha entendido el cambio de política.

 

Con el regreso al poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) volvieron también las prácticas de quedar bien con los altos funcionarios a fin de congraciarse, obtener favores o al menos recomendaciones para alimentar posibilidades de escalar en el futuro.

 

De escándalo ha sido la actitud sumisa de Raúl Plascencia con los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto y la falta de rigor científico y de oportunidad en las recomendaciones de su Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

 

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Ahora el turno es en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

 

La lucha comenzó casi un año antes de la sucesión de Juan Silva Meza.

 

Los ministros invocan una regla no escrita de prelación de acuerdo no a sus méritos o propuestas para revolucionar al Poder Judicial, sino a su antigüedad en ese enorme paquidermo burocrático.

 

Ese elemento, vigente desde mediados de los años noventa, cuando Ernesto Zedillo dio independencia a la Corte y al Consejo de la Judicatura Federal, es invocado en víspera del nuevo relevo.

 

Por lo sabido, en diciembre próximo fracasará esa corriente.

 

 

VARIOS ASPIRANTES Y EL CANDIDATO AGUILAR

 

La inercia de nombrar al más antiguo comenzó con José Vicente Aguinaco.

 

El primer ministro designado por el Senado para la nueva época, con la complacencia de Ernesto Zedillo, fue José Vicente Aguinaco y por ende el primer presidente de la Corte.

 

Juventino Castro y Castro quiso ser el segundo pero le ganó su compañero de camada Genaro Góngora.

 

La regla de la prelación pareció respetarse con Mariano Azuela, Guillermo Ortiz Mayagoitia y, no sin escarceos con José Ramón Cossío hace cuatro años, Juan Silva Meza.

 

Si se mantuviese esa norma, el turno correspondería al ministro Sergio Valls, pero su salud está muy delicada y no competirá por prescripción médica y consejo de sus familiares.

 

El siguiente en el escalafón sería el ministro Fernando Franco, pero no concilia las simpatías de sus pares, lo cual abre la puerta -de par en par, se diría aquí- para Luis María Aguilar.

 

Aunque su elección es previsible, falta saber qué suerte tiene el recorrido de Margarita Luna Ramos en busca de recomendaciones de la Presidencia de la República y de secretarios de Estado.

 

O de Jorge Pardo Rebolledo, cuyo corazón oyen latir sus colaboradores y de eso se valen para impulsarlo a buscar votos.

 

Aunque entre ellos no hay unanimidad para elegir a alguno de los candidatos a suceder a Silva Meza, sí hay inconformidad generalizada con la previsible designación del senador Raúl Cervantes.

 

Sería, aseguran, regresar a los tiempos de dependencia de la Corte al Poder Ejecutivo.

 

LOZOYA Y LOS PLANES INVERSORES EN PEMEX

 

1.- La Ciudad de México estará en simulacros de desalojos por sismos cuando comparezcan tres funcionarios en el Senado de la República:

 

Rosario Robles, titular de Sedesol; Enrique Martínez y Martínez, de Sagarpa, y Emilio Lozoya, de Pemex, acudirán para la glosa de sus actividades con motivo del Segundo Informe presidencial.

 

Lozoya irá con un enorme paquete de datos, en especial convenios con empresas petroleras y acuerdos con gasolineros, los primeros para asociarse e invertir y los segundos para evitar el arrasamiento con la introducción de capitales foráneos con la reforma energética.

 

2.- Como se preveía, las descalificaciones perredistas no impidieron los nombramientos de integrantes de las comisiones Reguladora de Energía y Nacional de Hidrocarburos, de los consejos de Pemex y CFE y del Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo.

 

Para desgracia de los duros, el presidente del Senado, el perredista Miguel Barbosa, votó en contra y con su presencia abortó la estrategia de no boicotear el quórum.

 

Y 3.- ayer se reincorporó a la Conade su titular Jesús Mena.