La falta de acuerdos en la redacción de una carta ocasionó la intempestiva suspensión de la mesa de diálogo para resolver el conflicto estudiantil en el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Una vez más, la mesa volvió a levantarse sin discutir siquiera el regreso a clases pero esta vez el diálogo se cerró por tiempo indefinido.

 

La cara que motivó el cierre de la mesa no era cualquier cosa: se trataba del compromiso por escrito que los jóvenes le exigían firmar a su nuevo director, Enrique Fernández Fassnacht, para garantizarles que se quedaría en el cargo sólo de manera temporal para organizar el congreso refundacional del Instituto (el Congreso Nacional Politécnico) y llamar a un proceso en el que la comunidad será quien elija a sus directivos.

 

Las posturas eran estas: el gobierno federal ya designó al director y éste, según mandata el Reglamento Interno del Politécnico, debe durar en su cargo tres años; para cambiar la forma de elegir al director y el tiempo que éste dure en su cargo, habría que cambiar el reglamento y esto sólo lo puede hacer el Congreso de la Unión.

 

Los jóvenes argumentaban que el director sólo debe estar en su cargo el tiempo suficiente para organizar el congreso refundacional del Instituto, donde se establecerán (entre otras cosas) los mecanismos para que alumnos, maestros, investigadores y directivos elijan a sus representantes.

 

Después, piden los alumnos, el director Fassnacht debería convocar a elecciones y renunciar para dejarle el despacho a una persona que representara a la comunidad.

 

“El director no puede firmar algo que está fuera de la Ley”, reclamaba el gobierno federal.

 

“La carta incluye los acuerdos que ya se habían establecido”, defendían los jóvenes.

 

La sesión del martes era importante: por primera vez se había planteado la posibilidad de discutir las preguntas que llevan 58 días sin respuesta desde que se cerraron los 43 planteles de bachillerato y carreras de nivel superior: ¿cuándo regresan los muchachos a clases? ¿Cómo le van a hacer para recuperar el tiempo perdido? ¿Qué va a pasar con los planes de estudio? ¿Se van a graduar los chicos que ingresaron este año con la misma calidad académica que sus compañeros más grandes?.

 

Sin embargo, la discusión sobre el texto de la carta no los dejó avanzar y a las 16:26 (a menos de una hora después de haber iniciado) la mesa se fue a receso.

 

El receso se extendió hasta las 17:50, cuando una comisión de redacción intentaría empatar los intereses de ambos bandos: por un lado, calmar el temor de los jóvenes de enfrentarse a un nuevo director que se negara a la elección de su sucesor y tirar por la borda los esfuerzos impulsados por el movimiento estudiantil.

 

Por el otro, conseguir una redacción que se apegara a la ley vigente: el Reglamento Interno y no dejar que un director debilitado liderara al Instituto en el momento más complicado de sus últimos años.

 

Afuera del auditorio Alejo Peralta  las cosas no estaban más relajadas. En lugar de los huelums, porras, muestras de apoyo y abucheos de los estudiantes que acuden  a escuchar las sesiones a la Plaza Roja del Centro Cultural Jaime Torres Bodet (donde se encuentra “el queso”, como mejor se le conoce al auditorio), poco después de las 18:14 horas los gritos eran otros: “¡Fuera porros!, ¡fuera porros!”.

 

Demandaban la salida de un grupo de alrededor de 200 jóvenes que intentaban ingresar al auditorio. Después se supo que estos no eran porros, sino estudiantes de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Ciencias Sociales y Administrativas (UPIICSA), la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA), escuelas vocacionales, la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) y la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA)  inconformes por la actuación de sus compañeros en la mesa de diálogo.

 

A partir de ahí, todo fue confusión: con sólo 25 elementos de la Policía Bancaria Industrial (PBI) para apoyarse y la seguridad por completo a su cargo, los estudiantes comenzaron a restringir los accesos al auditorio y a cerrar las puertas.

 

No querían decir nada pero estaban nerviosos: a un grupo de reporteros que había salido del auditorio lo tuvieron que conducir por una entrada alterna en los camerinos y atravesarlos por el escenario para que volvieran a ocupar sus lugares.

 

“Nadie entra y nadie sale”, decían.

 

En la sala, la discusión no avanzaba. Desde las 18:30, los jóvenes comenzaron a plantear la posibilidad de suspender el diálogo para llevar la discusión a las asambleas estudiantiles de las escuelas y regresar con nuevas propuestas.

 

“Debemos darle a la sociedad mexicana, alguna señal de que estamos avanzando, que estamos llegando a una solución”, pidió Salvador Malo, director general de Educación Superior Universitaria de la SEP.

 

“Se nos agota el tiempo para poder salvar el semestre. Es cuestión de días. Yo les pediría que tomaran eso en cuenta”, presionó el director Fernández Fassnacht.

 

Cuatro minutos después, Froylán Juárez (uno de los estudiantes más combativos de la mesa) tomó el micrófono y se dirigió a la gente que sigue las negociaciones a través de la televisión.

 

“Estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para llevar a este Instituto a una mejor condición de la que estaba antes. No estamos indispuestos al diálogo pero en este momento no podemos suscribir los documentos. Dennos el voto de confianza para poder lograr este triunfo: el avance se ha detenido por muchos factores previos. En este momento tenemos que reflexionar”, declaró el director.

 

Y la mesa se suspendió de manera indefinida.

 

 

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