La campaña #SOSBrutalism, orquestada por el Museo Alemán de Arquitectura (DAM) y la fundación Wüstenrot, ha reunido ya cerca de 900 ejemplos de este estilo arquitectónico para intentar salvar de la demolición o de la ruina a destacados “monstruos de cemento”.

 

El brutalismo, un movimiento que tuvo su auge entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo y se basó en el uso de grandes estructuras de hormigón visto, cuenta con ejemplos en todo el mundo, desde España hasta Brasil.

 

“Queremos que se valore y que vuelva a ser reconocido”, explica a Efe el comisario del Museo Alemán de Arquitectura de Fráncfort Oliver Elser para explicar la base de datos creada en ese centro con ejemplos de todos los continentes.

 

España presenta un edificio significativo y a la vez excepcional en su panorama arquitectónico, el icónico edificio madrileño de Torres Blancas, obra de F.J. Sáenz de Oiza.

 

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“En España, Torres Blancas es uno de los ejemplos más famosos y a la vez una excepción”, apunta Elser, que recuerda que durante la dictadura franquista el brutalismo “coincidió con otros estilos contemporáneos”.

 

Según destaca, la relevancia de esta corriente se dejó sentir de forma notable en toda América, especialmente en países como Brasil -donde la Escuela Paulista marcó junto al genial Oscar Niemeyer la nueva Brasilia-, Argentina o Cuba.

 

La importancia del estilo brutalista en Latinoamérica, lamenta Elser, es en muchas ocasiones “subestimada”, aunque ofrece gran cantidad de obras relevantes, “variadas y pioneras”.

 

Edificios notables como el Banco de Londres y América del Sur en Buenos Aires, la facultad de Arquitectura de la Universidad de Sao Paulo, la embajada rusa en La Habana o la sede de la Seguridad Social en Costa Rica -una de sus favoritas- dan fe del amplio predicamento de esta corriente en tierras americanas.

 

La base de datos recoge también numerosos ejemplos relativamente desconocidos, con gran diversidad de usos, como la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, el Templo de la Patria de Quito, el edificio Helicoide de Caracas o el Heroico Colegio Militar de Ciudad de México.

 

La campaña tiene su eje de acción en las redes sociales: a través de la página web y de la etiqueta #SOSBrutalism, cualquier usuario puede compartir ejemplos de arquitectura brutalista a través de Facebook, Instagram, Twitter, Tumblr o Pinterest.

 

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“La iniciativa está teniendo mucho éxito”, destaca Elser, quien se congratula de que “personas de todo el mundo envían fotos” y de que se hayan reunido ya centenares de imágenes aportadas por la ciudadanía.

 

El proyecto, añade, está sacando además a la luz “material inédito” enviado por los arquitectos -y sus descendientes-, agradecidos por el renovado interés en sus obras.

 

Todas las fotografías quedan recogidas en la página web www.sosbrutalism.org, donde son clasificadas por regiones geográficas, uso del edificio y su estado de conservación: desde “en peligro” hasta “demolido”, pasando por “fuera de peligro”.

 

El punto culmen de esta campaña, que arrancó en otoño de 2015, será una exposición en Fráncfort en el Museo Alemán de Arquitectura en marzo del año que viene.

 

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Esta iniciativa retoma y enlaza con otra acción llevada a cabo en mayo de 2012 en Berlín (www.brutalismus.de), cuando la fundación Wüstenrot organizó junto al Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT) un simposio en el que abordaron las amenazas -principalmente propuestas de demolición y riesgo de ruina- de diversas obras de esta corriente arquitectónica.