Cuando en 1999 el club holandés Ajax decidió fundar un equipo hermano en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, marcó una nueva tendencia: abrir sucursales en distintos continentes, franquiciar los escudos del futbol, parir filiales cual hijos, tanto para tener un remoto punto de detección de talentos como para posicionar la marca ante un nuevo mercado.

 

Nada nuevo si se considera que, por ejemplo, casi un siglo antes el Atlético de Madrid nació bajo ese esquema como descendiente del Athletic de Bilbao. Como sea, el Ajax había asimilado lo que la globalización podía aportar a las puertas de un nuevo milenio que conectaría al planeta como jamás se pudo haber imaginado y convertiría al más ajeno en potencial cliente.

 

En Estados Unidos ya era común ver a empresarios involucrados en más de un deporte profesional, pero pronto eso acontecería en el futbol con grupos de inversión adquiriendo escuadras en diversos países. Por mencionar a alguno en el extranjero, Roman Abramovich con Chelsea y CSKA de Moscú; por recurrir a uno mexicano, Jorge Vergara con Chivas, Saprissa y, sobre todo, Chivas USA…, el mismo Vergara que en 2003 se reunió con la familia Gil (su vínculo con Enrique Cerezo llegaba por el medio cinematográfico) y sólo desistió de comprar un paquete de acciones del Atlético, cuando entendió que se pretendía su dinero pero no se le permitiría opinión.

 

El mismo Atlético, rejuvenecido desde hace un par de años con capital chino del poderoso grupo Wanda, que este jueves cerró un acuerdo para tener su franquicia mexicana en San Luis Potosí. Nada nuevo si recordamos que en India ya posee al Atlético de Calcuta (con su mismo uniforme y dirigido por el legendario portero colchonero, José Molina) y en Francia está implicado en el Racing de Lens.

 

Sin duda, para allá camina el futbol, como también evidencia el hecho de que tres gigantes de la Premier League tengan hermanos en otros deportes de EUA (Mánchester United-Bucaneros de Tampa Bay; Liverpool-Medias Rojas de Boston; Arsenal-Carneros de NFL, Nuggets, Avalanche de NHL).

 

El reto es que estas fusiones o adquisiciones no se conviertan en suerte de colonización. Si se respeta la tradición de la plaza, del club, de la cultura local, de la afición, el modelo será positivo; si más bien se convierte en mero afán de facturar a distancia o de convertir a una institución lejana en satélite, entonces irá terrible.

 

Si Grupo Pachuca ha ido a Argentina con Talleres, a Chile con Everton, a España con Real Oviedo (en ese último caso, más bien Carso), si el ochenta por ciento de los equipos ingleses pertenecen a capital foráneo, si los gigantes italianos de a poco pasan a manos del sureste asiático, si el modelo de pertenecer a los socios/aficionados ha probado estar al borde de caducar, entonces es que el cambio, guste o no, es inevitable.

 

Celebro que el Atlético llegue a México. Más lo celebraré cuando conozcamos más detalles del convenio y quede claro que tanto la soberbia afición potosina como el futbol mexicano, saldrán beneficiados del mismo.

 

Puede costar entenderlo, pero un escudo deportivo no es un artículo tan fácilmente comprable o exportable.

 
Twitter/albertolati

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