Si bien aún no conocemos en su totalidad el costo de lo que puede representar el sismo del 19 de septiembre pasado, ni el del 7 de septiembre por la noche, hay interesantes estudios que ya se hacen sobre la que representará esto para México. De ahí que vale la pena comentar uno que ha realizado la Dirección de Análisis de Grupo Financiero CitiBanamex, que encabeza Sergio Luna, y al cual hemos tenido acceso. Mencionan que en lo que se refiere a la actividad económica consideran que el impacto será relativamente moderado, probablemente restando al Producto Interno Bruto (PIB) del tercer trimestre 0.3-0.4% de su estimación original que tenían de 2.0%. Lo que han visto hasta ahora sugiere que el terremoto afectó a una región relevante para la actividad económica en todo el país que representa 28.5% del PIB.

 

Por lo que bajo esta premisa, calculan una reducción de 0.35% en su estimación del crecimiento del PIB que originalmente estimaba 2.0% para el 3T17, lo que a su vez se traduciría en una reducción de 0.1% en su estimación del crecimiento anual del PIB. Además, insisten en que esto es una estimación conservadora, ya que esperan un repunte de la actividad económica al final del 3T17 y durante el 4T17, lo que ayudaría a contrarrestar este impacto. La pregunta es si la respuesta de política económica del Banco de México puede estimular dicho repunte.

 

A lo largo de este informe nos hacen saber que esperan un estímulo fiscal moderado, y no una respuesta de política monetaria como se pensaría, para la reactivación económica en su totalidad. Este tipo de desastres naturales implica interrupciones por el lado de la oferta, argumentando entonces que el efecto debería ser relativamente leve y, además, las cifras de inflación durante septiembre probablemente reflejarían varias distorsiones (transporte público en la Ciudad de México y servicios gratuitos). Por lo tanto, se piensa que los responsables de las políticas económicas probablemente no actuarán en caso de que se observe cualquier incremento en las cifras de inflación.

 

Lo que se deja claro es que, al menos desde el punto de vista conceptual, este choque será inflacionario y, por lo tanto, es improbable que la respuesta política sea una relajación monetaria. Obviamente, si la magnitud del acontecimiento y el esfuerzo de reconstrucción son suficientemente importantes, la evaluación podría cambiar. Pero si incluso ése fuera el caso, la primera opción sería la política fiscal, más que monetaria.

 

Afortunadamente se concluye que el país se encuentra en una mejor situación que cuando un gran terremoto golpeó a México el mismo día que en septiembre de 1985. Esta vez, y dejando a un lado los recursos privados, hay dos fuentes de fondos para la reconstrucción; el primero del Fondo de Desastres Naturales de Finanzas o del Fonden, que este año cuenta con cerca de seis mil millones de pesos y los Bonos de Catástrofe emitidos el mes pasado por 150 millones de pesos. Aunque todavía se tiene que deducir de los primeros los fondos ya desembolsados para los esfuerzos de reconstrucción en Oaxaca y Chiapas, así como determinar si aplican los determinantes de pago del Bono de Catástrofe, pero para propósitos de política, debe ser claro que la opción preferida es la política fiscal.

 

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