Su paso fue veloz a la entrada al recinto, rindió protesta casi atropellado, pero en el momento en que recibió la banda presidencial, Enrique Peña Nieto se emocionó casi hasta las lágrimas.

 

Abajo, algunos perredistas aventaban dinero, sacaban sus pancartas, coreaban en su contra. Peña en todo momento estuvo flanqueado por las legisladoras priistas quienes desde el inicio de la sesión del Congreso fueron las encargadas de su seguridad.

 

Estaban en las escaleras, en todos los accesos a la tribuna y también en los lugares estratégicos, en donde se encontraban los de la izquierda con quienes no fue posible pactar.

 

Estos integrantes de PRD, PT y MC eran alrededor de 20, y estaban totalmente ubicados.

 

Así, las priistas cubrieron a Layda Sansores, quien –aseguraban- venía con una bolsa llena de cenizas; a Socorro Ceseñas, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, y José Luis Muñoz, ex delegado de Cuauhtémoc y presidente de la Comisión de Vigilancia, quien aventó los billetes cuando Arturo Escobar dio el posicionamiento del PVEM.

 

Otros que tenía marcación personal de las mujeres fueron Gerardo Villanueva y Javier Orihuela, quienes aventaron dinero de juguete cuando entró Peña Nieto.

 

Además, Orihuela fue quien puso la enorme lona a un costado del recinto que estaba pintada de negro, cruces y letras blancas. Rezaba: “Imposición consumada. México de luto”.

 

La idea original, aseguran sus correligionarios, era ponerla en la tribuna, pero las mujeres priistas -uniformadas con trajes sastre negros y rebozos rojos- funcionaron como escudo. Ellas estaban dispuestas a impedir con sus cuerpos el paso.

 

Alcen su pancarta

 

En la sesión del Congreso también se dio una guerra de afiches y pancartas. Los de la izquierda traían pancartas en contra de Peña Nieto; además, a cada uno se le entregó una camiseta negra que traía frases que recordaban las grandes represiones en México, como la de Acteal, Aguas Blancas y la del 68. Atrás tenían una foto con la mitad de la cara de Peña Nieto y la mitad de Gustavo Díaz Ordaz.

 

En las pancartas se leían distintas críticas a Peña Nieto como: “La Presidencia no se compra”, “Presidente de las televisoras, protagonista de la simulación”, “Candidato de telenovela, Presidente de ficción” y algunas iban en contra del saliente y el entrante: “FCH y EPN, continuidad del engaño y del fraude”.

 

Todos los priistas venían con traje oscuro, tenían una pequeña bandera y unos cartelones con la leyenda #nos une México.

 

En esta ocasión la ceremonia de protesta se llevó a cabo con toda la liturgia acostumbrada: Peña Nieto entró a San Lázaro por la puerta principal y también por ésta llegó a la plenaria, tomó protesta entre gritos de apoyo y de crítica.

 

Salió del recinto con más calma, ahí sí se tomó más tiempo para saludar a los legisladores que se le acercaban. Platicó brevemente con Manlio Fabio Beltrones, con Eloy Cantú, Emilio Gamboa y a dos legisladoras las saludó con efusividad, a Lourdes Quiñones y a Cristina Díaz.

 

A la salida era más seguro, pausado, feliz. Ya era presidente de México.

 

La negociación

 

Llevó muchos días e implicó muchos lugares. En la negociación para que todo transcurriera en calma participaron Miguel Ángel Osorio Chong, el propio Peña Nieto -quien el 19 de noviembre cenó con los coordinadores del Senado-, Emilio Gamboa y decenas de diputados.

 

Por parte del PRI participaron en la parte más intensa de la negociación Manlio Fabio Beltrones, Javier Treviño, Alejandra del Moral, Marco Bernal y Fernando de la Fuente.

 

Se acordó con el PRD sacar adelante una agenda en la que uno de los principales temas es la reforma política del DF, pero también están temas de reforma política federal, del Estado, dar a Pemex una mayor equidad presupuestal y reglamentar la contratación de publicidad en los medios de comunicación.

 

Incluso se llegó a pactar una carta compromiso, pero la negociación del pacto que firmarían los tres principales partidos políticos reventó esta posibilidad.

 

De cualquier forma, los perredistas que participaron, entre los que se encuentran Silvano Aureoles y Alonso Raya, dejaron claro que ellos no podían comprometer nada respecto al comportamiento de los diputados de izquierda.

 

No obstante, la ceremonia concluyó sin contratiempos al interior del recinto, pero afuera los manifestantes se enfrentaron sangrientamente con los policías.

 

Así acabó el gobierno de Felipe Calderón, con el pesar de los perredistas de que saliera por la puerta grande. E inició el de la segunda transición.