Sin un rival fuerte que se le atraviese hasta ahora en el camino, Gustavo Madero se encamina por la ruta de la reelección y pretende convertirse en el primer presidente del PAN que será electo por el voto directo de su militancia, en un proceso inédito para el partido cerrado, cupular y de familias que solía ser Acción Nacional.

 

Madero parece haberles ganado la partida al resto de los grupos del panismo desde que, el 10 de agosto pasado, en una acalorada Asamblea logró la mayoría de los votos para modificar los estatutos del partido con el apoyo de la mayoría de los delegados de los estados que acudieron a esa reunión. A pesar del intento de grupos afines al calderonismo que intentaron reventar el quórum, al final se vieron rebasados al momento de la votación que aprobó el nuevo método de selección de dirigentes con el voto de la militancia panista y ya no sólo con los 300 consejeros que antes elegían al presidente del partido, bajo el concepto, impulsado por el maderismo de “empoderar a la militancia” y romper con el “partido de notables” que solía ser el blanquiazul.

 

Ahí se decidió la mitad de la sucesión interna del PAN. Al abrirse el método de elección el calderonismo, que había sido hasta entonces el grupo dominante en el Consejo Nacional, perdió toda su fuerza y las cosas se acomodaron para Madero que, durante sus tres años al frente del CEN panista trabajó hábilmente para controlar y ganarse a la estructura nacional del panismo sobre la que hoy tiene la mayor ascendencia entre los que aspiran a dirigir el partido.

 

Un cálculo interno de los maderistas estima que 29 de las 32 entidades del país apoyarían a Madero en busca de la reelección. Ninguno de los contrincantes que hasta ahora han declarado abiertamente su intención de competir tiene ese nivel de fuerza y presencia ante la militancia nacional. El senador Ernesto Cordero carece de una estructura que lo apoye en toda la República, al igual que el ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, que tiene una presencia regional que se limita al Bajío –aunque ahora está enfrentado con su sucesor Miguel Márquez–, mientras que Josefina Vázquez Mota tampoco cuenta con fuerza en los estados donde se definirá la elección con base al padrón de militantes del panismo.

 

A eso se añade el control que tiene el maderismo de la mayoría en la bancada del PAN en la Cámara de Diputados y a la fuerza que ha ido ganando en el Senado donde hay versiones periodísticas que afirman que de los 26 senadores que apoyaban a Ernesto Cordero hoy en día el ex titular de Hacienda solo conserva el apoyo de 6. De los cinco gobernadores de Acción Nacional, todos apoyarían la reelección de Madero según estiman sus operadores.

 

La ventaja de Madero es claramente percibida por sus adversarios que presionan por dos cosas: la primera, que el actual presidente pida licencia a su cargo a partir de diciembre, cuando termina su periodo para que su presencia en el CEN no le favorezca, y la segunda, que el padrón de militantes que tiene en su poder la dirigencia nacional pueda ser utilizado por todos los aspirantes para su proselitismo.

 

En la primer demanda de sus contrincantes el chihuahuense ya ha cedido; la semana pasada anunció que una vez que decida ir por la reelección se separara de la dirección del partido para participar en la elección interna como un contrincante más, pero en la segunda demanda, la de difundir el padrón, el CEN panista se opone por motivos de seguridad y privacidad de los datos de sus militantes.

 

Todo indica que Madero pedirá licencia en los primeros días del 2014 para dar paso a que el 15 de enero se emita la convocatoria para la elección interna y que se elija a la comisión encargada de organizar el proceso de selección del dirigente. A partir de esa fecha se tendrían dos meses para las campañas internas de los aspirantes para llegar a una votación nacional en la primera semana de marzo donde se elegiría al dirigente.

 

Con la decisión de Gustavo Madero que se hará pública llegado el momento, al frente del PAN quedaría, también en un hecho histórico, la primera mujer que presidiría ese partido en la persona de Cecilia Romero, la actual secretaria general que subiría por prelación de los estatutos internos. Con el ascenso de Romero, Madero no sólo hace historia al impulsar a una mujer a la presidencia del panismo, sino que también refrenda su alianza con el Yunque, la corriente de ultraderecha que si bien no está en su mejor momento, sigue siendo una fuerza dentro del panismo.

 

Las cosas se acomodan pues para la permanencia de Madero al frente del PAN, algo que parece interesar no sólo a los panistas, pues ésta claro que la relación con el gobierno de Enrique Peña Nieto, que pasa por temas como el Pacto por México, también está en juego en la elección interna panista.