La renovada cercanía política entre el Presidente de la República y el jefe de Gobierno capitalino ―“coordinación no subordinación”, Mancera dixit― empieza a dar sus frutos. Y más allá de las obras espectaculares anunciadas por Enrique Peña Nieto para la capital del país y de los cálculos electorales que éstas llevan para el PRI, ahora se anuncia con bombo y platillo que, al fin, los priistas concederán la tan llevada y traída Reforma Política del DF, que comenzará a discutirse, tras varios aplazamientos y retrasos, en el Senado de la República.

 

Como si fuera graciosa concesión política para Miguel Ángel Mancera y también para los capitalinos, históricamente tratados como mexicanos de segunda, la anunciada Reforma Política tuvo que esperar su turno hasta que no se aprobaron primero las reformas de Peña Nieto y, sólo ahora, cuando existe también un interés político del presidente y del PRI, que tienen puesto el ojo en recuperar la capital a partir de los comicios locales de 2015, se anuncia que se retomará el debate y las discusiones en el actual periodo ordinario del Congreso.

 

El lunes el presidente del Senado, el perredista Miguel Barbosa, anunciaba que “ahora sí” ve voluntad política en los grupos parlamentarios para discutir los cambios constitucionales y legales que modificarán el estatus político del Distrito Federal y le concederán más facultades y autonomía a los órganos de Gobierno y a la Asamblea Legislativa de la capital de la República. La algarabía de Barbosa en realidad puede traducirse en que “ahora sí el PRI aceptará discutir la Reforma Política para el DF que antes regatearon porque no estaba entre las prioridades ni de los priistas ni del presidente”.

 

Pero aquí surge la primera gran duda: ¿de qué tipo de Reforma Política están hablando para discutir y aprobar en este periodo? Por qué hasta donde se quedó la discusión, en diciembre del 2013, cuando la bancada del PRI frenó de tajo las iniciativas impulsadas por el PRD y por Mancera desde el GDF, el desencuentro en las visiones era total. De un lado está la propuesta perredista que pide modificar la Constitución para hacer de la Ciudad de México una entidad federativa más de la República, con una Constitución Política local, un Congreso local propio, cabildos en las Delegaciones políticas, y autonomía plena en su Poder Judicial, y que se denomine “Ciudad de México”, “Ciudad Capital” o “Capital Federal”.

 

En la visión del PRI y del gobierno federal, en cambio, no se requiere una Constitución para la Ciudad de México, sino sólo un “Estatuto Constitucional” y una “Ley de Capitalidad”, en los cuales, en los hechos, la ciudad seguirá sujeta a la Federación y al Presidente de la República, que conservaría facultades sobre la ciudad.

 

Los perredistas quieren que, si la Ciudad de México será un estado más, a su gobernante se le llame “Gobernador” y que el Congreso local ―que sustituiría a la actual ALDF― tenga facultades plenas sobre la soberanía financiera y política de la entidad. Los priistas, en cambio, quieren que a quien gobierna la capital se le siga llamando “Jefe de Gobierno” y que un Congreso local tenga facultades acotadas, mientras las decisiones financieras del gobierno capitalino se mantengan en la Cámara de Diputados del Congreso federal, lo que hasta ahora ha sido un claro mecanismo de control político y financiero para la ciudad capital.

 

La propuesta de Mancera y del PRD plantea que la nueva Constitución para el estado “Ciudad de México” o “Ciudad Capital” sea elaborada mediante un “Congreso Constituyente” cuyos integrantes serían elegidos por el voto directo de los ciudadanos, mientras que el PRI y Peña Nieto proponen que el “Estatuto Constitucional” sea formulado por especialistas designados mediante una lista que propongan los partidos políticos.

 

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Así que no hay duda de que ahora sí comenzarán a discutir la Reforma Política del DF y de que hay “voluntad política” ―o tal vez interés político― para que ésta se apruebe antes del mes de diciembre. Pero la pregunta es ¿cuál Reforma Política le darán a la Ciudad de México?, la que realmente necesita o la acotada que decida el PRI que, en una de ésas, se alía con el PAN en el Senado, ahora que los dos negocian una alianza electoral para el DF en 2015, y aprueban una Reforma a modo que, más que a los capitalinos, les beneficie a ellos en sus cálculos políticos. Porque en el fondo ni los priistas ni Peña Nieto quieren una capital totalmente autónoma y soberana, sino más bien una ciudad subordinada al Poder Federal.

 

NOTAS INDISCRETAS… Los Chuchos celebran, orgullosos, que en su elección interna participaron un millón 800 mil perredistas y lo dicen como una muestra de fuerza y de que, aún sin López Obrador, el PRD mantiene su fuerza. Pero qué pasa si no todos los que votaron eran realmente militantes perredistas. ¿Y si les dieron una “ayudadita” desde otros partidos, concretamente desde el PRI? ¿También es para sentirse orgullosos?… Los dados mandan otra Serpiente. Caída libre.