Hay, sin duda, temporadas en que parece que las cosas se descomponen, y que cuando pensamos que ya no pueden seguir tan mal, todo se pone peor. Pasadas las horas de la emergencia por los sismos, testigos de las historias de heroísmo, solidaridad, compañerismo, miseria y corrupción que surgieron tras los terremotos, el regreso a la normalidad nos muestra que nuestro día a día como mexicanos sigue siendo terrorífico, y no vemos cómo cambiarán las cosas.

 

Por más buena voluntad que intentemos imprimirle a la vida, suceso tras suceso, la realidad se impone y nos devuelve al escenario de descomposición, encono, bajezas y abusos que nos asaltan y nos roban la esperanza de vivir en un país justo y próspero donde se premie el esfuerzo y a quienes trabajan para que México cada día sea mejor.

 

En el arranque del proceso electoral, la Procuraduría General de la República cesa de manera fulminante al fiscal especializado en Delitos Electorales, Santiago Nieto, en un ambiente que más que dar certeza sobre la investigación de desvíos de recursos en los procesos electorales, genera incertidumbre en torno a la eficacia de la acción de la autoridad contra los partidos que reciban dinero sucio y en especial en torno al Revolucionario Institucional y sus candidatos; esto a partir del hecho de que la destitución de Nieto se enmarca en las indagatorias sobre los presuntos sobornos por cuatro millones de dólares que habría recibido el ex director de Pemex, Emilio Lozoya, de la empresa Odebrecht durante la campaña de Enrique Peña Nieto.

 

Sin juzgar sobre la pertinencia del cese de Santiago Nieto, su salida de la Fepade no podría haberse dado en peor momento, pues ya se ha convertido en una crisis que sin duda la oposición alentará y avivará, tras la renuncia de Raúl Cervantes a la PGR.

 

La semana estuvo llena de asuntos repulsivos, sin duda, como la revelación en The New York Times, de Sarah Edmondson, víctima de una secta llamada Nxivm (Executive Success Program), dirigida por un sujeto de nombre Keith Raniere, en la que fue vejada y marcada con un hierro candente y cuyo capítulo mexicano dirige Emiliano Salinas Occelli, hijo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

 

El Executive Success Program, que dirige Salinas Occelli, es en los hechos un grupo sectario que vende un supuesto coaching de crecimiento y transformación, que es la versión del jet set mexicano de otros grupos que operan sin control en el país manipulando personas, como World Works México, que encabeza un chileno de nombre Gabriel Nossovitch y que maneja las emociones de las personas para anclarlas en un negocio piramidal, en el que los reclutas “enrolan” a nuevas víctimas a su secta a través de un método coercitivo que las aliena y aleja de amigos y familia para servir a su secta.

 

Y sin duda otro asunto que indigna y revuelve el estómago es la violación y abuso de los que fue víctima la activista Yndira Sandoval Sánchez, dirigente de la organización TODAS MX, quien en lugar de contar con el apoyo y auxilio de las autoridades de Tlapa, Guerrero, tras haber sufrido un accidente, fue subida a una patrulla, golpeada, encarcelada y violada por la policía Claudia Juárez Gómez; todo ocurrió cuando se dirigía precisamente a impartir una conferencia sobre violencia de género.

 

Semana infame en la que el pesimismo sobre la política, la sociedad y la justicia mexicanas impera, y no hay en el horizonte una luz que devuelva el optimismo y la esperanza.

 

 

 

caem