En general, el diseño de la seguridad pública y el combate al crimen en México están hechos para no funcionar. Las distintas corporaciones policiacas están desvinculadas, tienen poco o muy deficiente entrenamiento, la dinámica de ascenso no da opciones reales de crecimiento, la investigación de los crímenes está separada de las tareas de seguridad y estas y muchas otras distorsiones y carencias que se viven hoy y desde hace décadas son las que tienen a México en vilo frente a la violencia y los delincuentes.

 

La situación es tan grave que puede ir del ridículo a la tragedia en cualquier momento. Podemos ver cómo un policía de seguridad pública es incapaz de reducir y arrestar a un borracho, la cosecha de 30 muertos en un fin de semana en Sinaloa o a un militar dando el tiro de gracia a un presunto criminal en Palmarito.

 

El crimen es una actividad que se desarrolla en las fronteras, en los límites de las sociedades. Ningún país ni ningún gobierno ha logrado erradicar por completo el crimen en sus territorios, sin embargo los más eficientes logran tener índices bajos de delincuencia, lo que les da margen para administrar y contener a los individuos o grupos que se dedican a delinquir.

 

En México, el problema es tan grave que el crimen y la violencia no son asuntos que estén en la lejanía de los límites de la sociedad, sino que se viven en todos los ámbitos y ni los discursos de la Presidencia de la República ni las explicaciones reiteradas que ya suenan a pretextos vacíos de la PGR, la Policía Federal y todo el Sistema Nacional de Seguridad Pública, pues ya su única explicación es que se trata de ajustes de cuentas entre grupos delictivos por la disputa de un territorio que en los hechos debe estar bajo el control del Estado y sus instituciones, que no son suficientes ya para dar paz y tranquilidad a los mexicanos.

 

Lo cierto es que el esquema de seguridad pública ya no da para más, la fragmentación de los cuerpos policiacos son el caldo de cultivo de la ineficiencia, la impunidad y la corrupción. No hay un cuerpo de Policía que haga cumplir la ley. Los agentes evaden combatir los delitos alegando que son competencias y fueros distintos. Así se hacen de la vista gorda ante delitos que “no les competen”, desde la venta de piratería, mariguana o el transporte de armas.

 

Pero no sólo eso, la voluntad de partidos y gobiernos es en los hechos nula. Bastan como ejemplos las iniciativas de leyes de Seguridad Interior y Mando Mixto que están atoradas en el Congreso de la Unión, porque ya sea en la Cámara de Diputados o en la de Senadores encuentran pretextos para detenerlas y hacerlas rehenes de negociaciones entre partidos, mientras los mexicanos viven días de violencia y zozobra ante el incremento de la violencia criminal.

 

En otros países un policía comienza su carrera junto a la comunidad, conoce su territorio, los nombres y domicilios de sus habitantes y avanza dentro de una misma corporación hasta lograr llegar, quienes así lo desean a ser investigadores y detectives que llevan toda esa experiencia a favor de la sociedad a la que sirven y que los respeta. En México, la Policía de Seguridad Pública de cualquier estado vive en franco conflicto con los agentes judiciales o policías ministeriales de cualquier procuraduría.

 

En fin, está claro que todo el Sistema de Seguridad Pública, incluido policías ministeriales, fiscales y procuradores, que como está no funciona, no sirve y seguirá siendo causa fundamental de que el crimen y la violencia no estén controlados y sean el pan de cada día en estados del Norte y el Sur, del Pacífico y del Golfo, en ciudades pequeñas y grandes.

 

Y son responsables, todos: el Gobierno federal, los estatales y los municipales. También los partidos todos: PRI, PAN, PRD, Morena, PVEM, PT, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza y Encuentro Social. Los políticos, todos, son los culpables.

 

aarl