En la vida nos resulta muchas veces odioso que nos digan “se los dije”, pero cuando nos referimos a las acciones que deben adoptar las autoridades de un país, para proteger el bienestar de sus gobernados, y que no adoptan por razones no suficientemente aclaradas, nos invitan a una ineludible exigencia de responsabilidad y transparencia a quienes incurrieron en tales omisiones.

 

En carta abierta dirigida al Banco de México, y publicada hace poco más de un año, el 7 de agosto de 2015, en este diario 24 HORAS, les hice ver los serios inconvenientes para un país como México del uso excesivo y, por ende abusivo, del peso mexicano en los mercados de futuros y derivados, aprovechando la amplia liquidez de la divisa nacional. Hoy en día se calcula en aproximadamente 135 mil millones de dólares diarios el valor de las transacciones que involucran al peso mexicano. Ni el yuan chino acumula diariamente un valor transaccional así. Mucho, pero mucho menos, el real brasileño. La desproporción salta a la vista”.

 

Expliqué en esa carta lo peligroso de convertir a nuestra moneda en el “proxy de riesgo” que funciona mejor entre más participantes de mercado global hacen lo mismo. Las correlaciones ya son tan elevadas que han hecho que esa forma de cobertura proteja adecuadamente a especuladores e inversionistas en  activos no relacionados con la economía nacional.

 

Las ventas en corto del peso mexicano se han convertido en algo cotidiano, muy sencillo de ejecutar, por los bajos costos de transacción y los horarios en los que opera el peso mexicano: todos los días hábiles, las 24 horas.

 

“Es la única moneda líquida de países emergentes que opera las 24 horas. Ninguna otra.

 

“Ello ha permitido que innumerables participantes puedan mantener sus inversiones en bolsas de valores de otros países o en papeles de deuda de otras economías emergentes que pagan altas tasas de interés, porque como contrapartida han recibido prestado pesos mexicanos que han vendido en corto.

 

“Si estas últimas operaciones se vieran restringidas en sus volúmenes, como sucede con las monedas de los otros países emergentes, las caídas en los precios se reflejarían mayormente en las bolsas o en los papeles mencionados, y no en el tipo de cambio del mejor “proxy de riesgos globales: el peso mexicano… El costo de este tipo de transacciones de ventas en corto y los horarios de las mismas deben ser motivo de una profunda revisión”.

 

Cuando les dije lo anterior (7 de agosto de 2015), el tipo de cambio se ubicaba en 16.31 pesos por dólar de los Estados Unidos de América (en adelante dólares estadunidenses). El 16 de septiembre de 2016 (día feriado sin operación en los mercados financieros de México), nuestra moneda se devaluó sólo en ese día 1.4%. Así el tipo de cambio de la divisa nacional, frente al dólar estadunidense, se ubicaba al cierre en 19.62 pesos mexicanos por billete verde. El fortalecimiento del dólar ha sido generalizado, pero lo que resulta muy preocupante es que nuestra moneda ha presentado el peor comportamiento en relación a cualquier otra que tenga cierto volumen de negociación.

 

En el último trimestre, el peso mexicano se ha devaluado frente al billete verde aproximadamente 4%. Me podrán decir que el nerviosismo de los mercados atribuible a una posible alza en las tasas de interés en Estados Unidos de América ha fortalecido al dólar frente a casi todas las monedas de mercados profundos, excepto el yen japonés, que es incontrovertible. Lo que resulta mucho más difícil de entender y justificar es lo moderados que han sido los movimientos de las demás monedas frente al billete verde, si los comparamos con los que ha tenido el peso.

 

Los movimientos tan no son generalizados, que, por ejemplo, el real brasileño se ha apreciado frente al dólar en lo que va del año 17.6% y sólo se ha devaluado en el último mes 1.85%. Nuestro peso, por el contrario, lleva en el año una devaluación acumulada de 14%; en el último mes ha sido de 8.49% y en cinco días, de 3.61%.

 

¿Acaso se ha visto afectado Brasil por no tener una moneda tan líquida como el peso mexicano? Es evidente que no. Ello independientemente de que los flujos de divisas que requiere la economía brasileña, dado su tamaño, son superiores a los de la economía mexicana.

 

A diferencia del mandato de otros bancos centrales, por ley el objetivo prioritario del Banco de México es procurar la estabilidad del poder adquisitivo de nuestra moneda. En apariencia lo están cumpliendo, pero, sin duda alguna, sacrificando ese objetivo en el mediano y largo plazos. ¿Acaso pueden resultar compatibles con la estabilidad de precios y devaluaciones de nuestra moneda de esas magnitudes? Por supuesto que no. Lo asombroso es que no hayan tomado medidas, para encarecer y limitar las ventas en corto del peso mexicano en los mercados de derivados; pero también es asombroso el tímido uso que han hecho en este entorno tan complicado -que ha llevado a la divisa mexicana a devaluarse contra la estadunidense en aproximadamente 50% en los últimos cinco años- de las herramientas tradicionales del Banco Central: sus reservas de activos internacionales y las tasas de interés que aplican en sus operaciones.

 

Por ejemplo: en el último trimestre y a pesar de la abrupta devaluación del peso mexicano, las reservas y las tasas de interés no han sufrido modificación alguna; no obstante, por cierto, la revisión a la baja que sufrió la perspectiva crediticia de México.

 

No es trabajo del Banco Central “ayudar” a las finanzas públicas con un tipo de cambio que ponga en riesgo las estabilidad de precios: si aquéllas se deterioran, que el Gobierno federal haga los ajustes correspondientes o asuma las consecuencias económicas y políticas. De cualquier forma, tal comportamiento del Banco Central es sólo un paliativo; a la larga, los ajustes fiscales son inevitables e imprescindibles, pero entre más se posponen resultan más costosos para todos, incluido el propio Gobierno federal, pero particularmente para lo que menos tienen.

 

Nadie debe esperanzarse en la decisión, del próximo miércoles, del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos de América, porque aun cuando no suba sus tasas de referencia, la mejoría que pudiere observarse en el comportamiento del tipo de cambio sería sólo temporal, considerando que la inestabilidad cambiaria del peso no proviene únicamente de causas exógenas, sino también de causas internas y de daño “autoinfligido”, que si no son atacados de raíz como el deterioro de las finanzas públicas, harán irremediable, como vamos, que nuestro país enfrente un total estancamiento económico con inflación elevada, y todas sus nefastas consecuencias.

 

El Banco de México es autónomo por ley para cumplir su mandato, sí o sí; sin importar las secuelas políticas de sus decisiones, ni la afectación en las aspiraciones profesionales o políticas de quienes son  responsables de la política monetaria a ellos encomendada.

 

Ya se tardaron mucho, como “se los dije”, en intervenir en los mercados de derivados; ahora en subir las tasas de interés.

 

Llamando al Banco de México

 

“El costo de este tipo de transacciones de ventas en corto y los horarios de las mismas deben ser motivo de una profunda revisión”

 

Atentamente

 

EDUARDO FERNÁNDEZ G.

Fui empleado y funcionario del Banco de México (1975-1993), presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (1995-2000)

No me encuentro en situación alguna que implique conflicto de interés.