En estos días de abril han ocurrido algunos fenómenos naturales –en especial en la zona metropolitana de la Ciudad de México– que han puesto a la gente a pensar respecto de las posibles conexiones entre nuestros hábitos y la concurrencia de dichos sucesos: granizadas atípicas, sismos, eclipses, cambio climático, etcétera.

 

Respecto de los eclipses, como el lunar del pasado día 15, o el sismo del día 18, los seres humanos no podemos hacer otra cosa que observarlos como una inigualable oportunidad para extraer conocimientos nuevos de ellos. Lo mismo ocurre con lo acontecido el pasado 13 de abril en que se dio a conocer (y muy pocos medios dieron cuenta de ello) el más reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

 

Se trata de los hallazgos del grupo III de trabajo de expertos en la materia, quienes, reunidos en Berlín, Alemania, dieron a conocer el resultado de sus evaluaciones científicas respecto de señalar posibilidades concretas para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y así mitigar o atenuar los efectos del cambio climático. Como se sabe, el IPCC se integra con tres grupos de trabajo que evalúan cada uno: los aspectos científicos del sistema y del cambio climáticos, la vulnerabilidad de los sistemas socioeconómicos y naturales, y el tercero –como ya se dijo– las posibilidades reales para mitigar el fenómeno. Existe además un equipo especial que se encarga de llevar al día un inventario país por país de las emisiones de gases con efecto invernadero a la atmósfera terrestre.

 

El informe en cuestión, lejos de ser una buena noticia, es una genuina llamada de alerta, pues resulta que no obstante las acciones que se han llevado a cabo a nivel mundial, por parte de diversos estados nacionales y sus gobiernos, así como por una cantidad considerable de organizaciones civiles, políticas, culturales y ecologistas para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, agente directamente causante del calentamiento del planeta, éste no sólo no se atenúa sino que sigue su marcha acelerada en una proporción de 3 a 1; es decir que en la última década se ha incrementado más que en los anteriores 30 años. El cambio climático no es un asunto del futuro. No se trata de algo que vendrá hacia finales de este siglo XXI, sino que es una preocupante realidad, y muy actual.

 

En términos concretos, el referido informe Cambio climático 2014, Mitigación del cambio climático plantea la urgente necesidad de “limitar el aumento de la temperatura media global a 2 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales”. La meta, sin embargo, considera que sin la cooperación de la humanidad en todos sus órdenes (conocimientos científicos, desarrollo tecnológico, voluntad política, conciencia social e incluso riqueza cultural y simbólica) no podremos garantizar al menos 50% de probabilidades de alcanzar este umbral; por eso, en este preciso momento se llevan a cabo encuentros en todo el mundo, para hacer que el mensaje o grito de alerta se escuche bien y claro: “para evitar interferencias peligrosas en el sistema climático, no podemos seguir con el statu quo (es decir, un aumento en el consumo de entre 1,6% y 3% anuales) No debemos seguir actuando como lo hacemos cada día. Tenemos que cambiar.”

 

En México, por cierto, ayer inició un foro en el Senado de la República al que acudieron destacados miembros del Poder Legislativo, así como de la comunidad científica nacional. El propósito es hacer conciencia sobre las acciones que desde lo individual hasta lo global podemos impulsar para contribuir –ahora sí que cual granito de arena– para alcanzar esa meta de 2 grados Celsius.

 

¿Qué acciones puede un ciudadano de a pie aplicar en su modesta vida diaria? Van algunas: usar lo menos posible el automóvil, evitar la quema de ciertos materiales como carbón, llantas o pólvora, cuidar el agua –especialmente, evitar tirarla en aras de costumbres sin sentido–, depositar por separado la basura orgánica e inorgánica y nunca jamás arrojarla al suelo porque después, con las lluvias y las granizadas, esa basura se convertirá en tapones e inundaciones.

 

Otras actividades a favor del planeta son: conectar los aparatos electrodomésticos sólo cuando se van a usar, evitar verter en el desagüe cualquier tipo de aceite quemado, colocar macetas con arbustos o árboles pequeños en azoteas y balcones, recoger los excrementos de las mascotas, ducharse todos los días pero no más de 15 minutos cada vez. En fin, hay muchas cosas que se pueden hacer si se considera que no sólo es en nuestro beneficio inmediato sino también en el de nuestros hijos. Ah, y un punto muy importante: educación basada en el más rico de todos los valores: el respeto. Estaremos así dando a nuestros hijos un mejor mundo pero, también, dándole al mundo mejores habitantes.