La literatura es mi verdadera amante y todo lo demás, sexo, política, religión si la tuviera, muerte cuando la tenga, pasa por la experiencia literaria, afirmó alguna vez el escritor mexicano Carlos Fuentes, a quien se recuerda a cinco años de su deceso, ocurrido el 15 de mayo de 2012.

 

De acuerdo con un sitio dedicado a inmortalizar frases de personajes famosos, otra que habla muy bien del pensamiento del intelectual mexicano es aquella que reza: “todos los sistemas, sea cual sea su ideología, generan su propia injusticia; Acaso el mal es el precio de la existencia, pero no se puede impedir la existencia por temor al mal…”.

 

Y es que no por nada el escritor, intelectual y diplomático mexicano es considerado un ícono de las letras hispanoamericanas, y un importante pensador de su época.

 

El autor de obras como “La muerte de Artemio Cruz” y “Aura” nació el 11 de noviembre de 1928, en Panamá. Hijo de padre diplomático, su infancia transcurrió en un ambiente cosmopolita entre Argentina, Chile, Brasil, Estados Unidos y otros países iberoamericanos.

 

De acuerdo con un perfil biográfico del portal “cervantes.es”, estudió la Preparatoria y se licenció en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), para posteriormente trabajar en diversos organismos oficiales hasta 1958.

 

Paralelamente, fundó y dirigió junto a Emmanuel Carballo (1929-2014) la “Revista Mexicana de Literatura” y colaboró en “Siempre”; en 1960 fundó también “El Espectador”.

 

El portal “escritores.org” narra que a los 26 años, Fuentes se dio a conocer como escritor con su compilación de cuentos “Los días enmascarados” (1954), que recibió una buena acogida por parte de la crítica y el público.

 

En 1958 llegó “La región más transparente”, una de sus obras más famosas y reconocidas, que además pasó a la historia por ser considerada como precursora del llamado “Boom latinoamericano”.

 

En 1962 publicó “La muerte de Artemio Cruz”, obra que lo consolidó como un escritor de gran renombre y que presenta una visión panorámica de la historia del México contemporáneo bajo la remembranza de un industrial y político agonizante.

 

“Aura”, de 1962, le valió a Fuentes ganar el Premio Cervantes; a esta publicación le siguieron los cuentos de “Cantar de ciego” (1966) y la novela corta “Zona sagrada” (1967).

 

Por “Cambio de piel” (1967), prohibida por la censura franquista, Carlos Fuentes obtuvo el Premio Biblioteca Breve y por su extensa novela “Terra nostra” (1975), que le llevó seis años de escritura y con la que se dio a conocer en el mundo entero, recibió el Premio Rómulo Gallegos de 1977.

 

En 1982, Fuentes publicó su obra de teatro “Orquídeas a la luz de la luna”, que se estrenó en Harvard y criticó la política exterior de EEUU. Dos años después recibió el Premio Nacional de Literatura de México y finalizó su novela “Gringo viejo”, que había comenzado en 1948.

 

En 1987, el autor se alzó con el Premio Miguel de Cervantes, también fue electo miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York.

 

En 1990 publicó “Valiente mundo nuevo” y en los años posteriores fue condecorado con la Legión de Honor francesa (1992), la Orden al Mérito de Chile (1993) y el Premio Príncipe de Asturias (1994), entre otros honores.

 

El 2004 fue el año en el que Carlos Fuentes recibió el Premio Real Academia Española de Creación Literaria y posteriormente publicó “Todas las familias felices” (2006), “La voluntad y la fortuna” (2008) y “Adán en Edén” (2009).

 

Sus últimas obras aparecieron en 2011, el ensayo “La gran novela latinoamericana” y el libro de cuentos breves, “Carolina Grau”.

 

Fuentes también se desenvolvió como periodista colaborando con diarios de gran renombre internacional como “The New York Times”, “Diario 16”, “El País” y “ABC”.

 

El genio de Carlos Fuentes dejó de crear mundos fantásticos el 15 de mayo de 2012, cuando murió en la Ciudad de México, a los 83 años.

 

Posterior a su muerte se publicaron títulos como “El siglo que despierta”, conversaciones con el político chileno Ricardo Lagos, y “Personas”, una compilación de textos que están entre la semblanza y el testimonio; el anecdotario del tiempo que le tocó vivir.

 

También se publicaron “Federico en su balcón”, que estaba por salir al mercado al momento de su muerte, y “Aquiles o El guerrillero y el asesino”, en la que había trabajado a lo largo de 20 años. Ésta última es una coedición entre el FCE y Alfaguara.

 

aarl